sábado, 17 de marzo de 2018

Fotorrelato: Diez libros para repensar a tu padre | Babelia | EL PAÍS | PATRIMONIO. Philip Roth

Fotorrelato: Diez libros para repensar a tu padre | Babelia | EL PAÍS



Diez libros para repensar a tu padre

Una selección de títulos que escarban en las relaciones paternofiliales para celebrar el 19 de marzo



“Voy a tener que dejarte ir, papá’. Llevaba varias horas inconsciente y no podía oírme, pero yo, conmocionado, asombrado, llorando, estuve repitiéndola la frase una y otra vez, hasta creérmela. Después, lo único que me quedaba era ir a buscar su camilla a la habitación donde lo pusieron y sentarme a su lado. Morir cuesta trabajo, y él era un buen trabajador”. Así describió Philip Roth (Newark, 1933) la muerte de Herman Roth, de 86 años. Él tenía casi 60 y hasta ese momento el padre siempre trató al hijo como alguien con poder en las editoriales como para publicar lo que escribían sus compañeros de asilo. Para eso están los hijos famosos, ¿no? El patrimonio del que habla Roth no es, lo dice él mismo, ni “el dinero, ni los tefelines ni el cuenco de afeitar sino la mierda”. Lo dice, con todo el amor del mundo, después de asear a su padre. Philip Roth se instaló con este libro en el lugar que ocupan autores anglosajones que, sin ficción pero magistralmente, también han puesto por escrito los recuerdos de sus padres: Richard Ford ('Entre ellos'), Paul Auster ('La invención de la soledad'), Mary Karr ('El club de los mentirosos'), Hanif Kureishi ('Mi oído en su corazón') o Martin Amis ('Experiencia'). Inglés aparte, en el subgénero reciente del homenaje –la cara B del ajuste de cuentas inaugurada por Kafka en Carta al padre- tienen su propio capítulo 'Ojalá octubre', de Juan Cruz, y 'Te me moriste', de José Luís Peixoto). (Traducción de Ramón Buenaventura. Seix Barral)

PATRIMONIO. Philip Roth



“Voy a tener que dejarte ir, papá’. Llevaba varias horas inconsciente y no podía oírme, pero yo, conmocionado, asombrado, llorando, estuve repitiéndola la frase una y otra vez, hasta creérmela. Después, lo único que me quedaba era ir a buscar su camilla a la habitación donde lo pusieron y sentarme a su lado. Morir cuesta trabajo, y él era un buen trabajador”. Así describió Philip Roth (Newark, 1933) la muerte de Herman Roth, de 86 años. Él tenía casi 60 y hasta ese momento el padre siempre trató al hijo como alguien con poder en las editoriales como para publicar lo que escribían sus compañeros de asilo. Para eso están los hijos famosos, ¿no? El patrimonio del que habla Roth no es, lo dice él mismo, ni “el dinero, ni los tefelines ni el cuenco de afeitar sino la mierda”. Lo dice, con todo el amor del mundo, después de asear a su padre. Philip Roth se instaló con este libro en el lugar que ocupan autores anglosajones que, sin ficción pero magistralmente, también han puesto por escrito los recuerdos de sus padres: Richard Ford ('Entre ellos'), Paul Auster ('La invención de la soledad'), Mary Karr ('El club de los mentirosos'), Hanif Kureishi ('Mi oído en su corazón') o Martin Amis ('Experiencia'). Inglés aparte, en el subgénero reciente del homenaje –la cara B del ajuste de cuentas inaugurada por Kafka en Carta al padre- tienen su propio capítulo 'Ojalá octubre', de Juan Cruz, y 'Te me moriste', de José Luís Peixoto). (Traducción de Ramón Buenaventura. Seix Barral)

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