lunes, 5 de marzo de 2018

EN UN CAFÉ :: Todo pasa cuando no pasa nada | Babelia | EL PAÍS

Todo pasa cuando no pasa nada | Babelia | EL PAÍS

La obra de Mary Lavin, mujer pionera en el mundo literario irlandés, no se conoce en nuestro país, por lo que hay que estar muy agradecido a la editorial Errata Naturae por ofrecernos la oportunidad de leer a esta extraordinaria escritora, nacida en Estados Unidos y trasladada a Irlanda con su madre a los ocho años. Su educación católica irlandesa y tradicional se compaginó perfectamente con una mirada asombrosa a la realidad y una soberana lucidez sobre el trasfondo de las vidas pequeñas, el alma que late bajo las apariencias de la vida rural o urbana de la verde Erin en el siglo XX. Por JOSÉ MARÍA GUELBENZU

Todo pasa cuando no pasa nada

Como por arte de magia, Mary Lavin logra convertir lo que parecen episodios triviales de vidas comunes en representaciones muy significativas de la condición humana

Residentes y turistas, en una terraza de un bar de Dublín.
Residentes y turistas, en una terraza de un bar de Dublín.  GETTY




La obra de Mary Lavin, mujer pionera en el mundo literario irlandés, no se conoce en nuestro país, por lo que hay que estar muy agradecido a la editorial Errata Naturae por ofrecernos la oportunidad de leer a esta extraordinaria escritora, nacida en Estados Unidos y trasladada a Irlanda con su madre a los ocho años. Su educación católica irlandesa y tradicional se compaginó perfectamente con una mirada asombrosa a la realidad y una soberana lucidez sobre el trasfondo de las vidas pequeñas, el alma que late bajo las apariencias de la vida rural o urbana de la verde Erin en el siglo XX.
Basta cualquiera de sus cautivadores relatos para quedar seducidos por un estilo que me gustaría denominar “de insustancialidad trascendente”. Me explicaré: el campo creativo de Levin es la sencillez; no se puede escribir mejor sobre lo insignificante y alcanzar el corazón oculto de las emociones y los sentimientos, y sacudir con ello la conciencia y la sensibilidad de un lector. Los que parecen ser episodios insustanciales de las vidas comunes se muestran como por arte de magia (y el poder de su escritura es verdaderamente mágico) con una frescura inhabitual en representaciones altamente significativas de la condición humana.
Mary Levin nos habla del alma irlandesa, sí, pero de tal modo que reconocemos en ella los grandes temas comunes a todos los seres humanos
Baste como ejemplo el relato que da título al libro. La simple espera en un café de una viuda de mediana edad hasta la llegada de una amiga viuda reciente, la conversación plagada de sensaciones, el casual cambio de palabras de ambas con un desconocido y un impulso repentino que lleva a la primera a recuperar la conciencia de sus derechos hacen del relato ‘En el café’ una prueba indiscutible de esa capacidad de la autora de convertir la insustancialidad en trascendencia. Y conviene señalar que todos los relatos soportan la prueba de máxima exigencia con toda brillantez.
Pero no quiero dejar de señalar dos o tres piezas absolutamente soberbias. La primera se titula ‘Una historia con estructura’; en él habla de sí misma como autora por medio de un lector que le reprocha su modo de escribir, modo que considera “espléndido” y aprecia, pero le pide que cargue sus historias con lo que él echa de menos en un auténtico relato: el desarrollo de una anécdota dramáticamente fuerte con golpe de efecto final. Para ello le ofrece un ejemplo, una anécdota o argumento al uso, redonda pero vulgar y clásica; entonces sucede, con el plan del lector, que la anécdota pasa a primer plano y anula todo lo demás, es decir, los matices aparentemente menores o secundarios de los que ella se vale para hallar la verdadera profundidad, los que hacen que pueda prescindir de la anécdota. Es la lúcida y emocionante defensa de lo más alto para un escritor: la posesión de un estilo propio.
‘El hijo de la viuda’ emerge como otro ejemplo de autoconciencia de autor con un maravilloso doble final y una intervención memorable del autor de mitad del cuento para acabar fabulando sobre el verdadero fin de nuestros actos. La audacia y modernidad de estos dos relatos es muy destacable.
Mary Lavin nos habla del alma irlandesa, sí, pero de tal modo que reconocemos en ella los grandes temas comunes a todos los seres humanos traspasados por historias de personas inmersas en la soledad, las costumbres, los recuerdos, las esperanzas vencidas, los lazos familiares, la erosión del trabajo físico, la nostalgia y el peso del tiempo sobre todo ello, incluida la nostalgia. En ‘El testamento’, por ejemplo, narra la tozuda resistencia de una mujer con hijos que vive en precario en la ciudad cuando, a la muerte de una madre que siempre la hizo de menos, los hermanos, compadecidos, le ofrecen repartir una herencia de la que ha sido excluida; entonces cuenta su dinero y con el par de libras que le quedan para pasar el mes, y de regreso en el tren nocturno a la ciudad, decide detenerse en un convento abierto día y noche para encargar unas misas por el alma de su madre para que ésta no sufra los tormentos del purgatorio.
Reunir felizmente emoción e inteligencia es lo más alto de toda escritura.
En un café. Mary Lavin. Traducción de Regina López Muñoz. Errata Naturae, 2018

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