lunes, 26 de marzo de 2018

El verdadero sexto sentido femenino | Internacional | EL PAÍS

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COLUMNA

El verdadero sexto sentido femenino

La evolución biológica, pero también social y cultural, ha hecho que las percepciones sensoriales de hombres y mujeres difieran. Si se conocieran estos datos, se ahorrarían muchos malentendidos





Las peculiaridades sensoriales femeninas han ido consolidándose a lo largo de los siglos en el desempeño de los cometidos de las mujeres en las relaciones con otros. No en vano, lo que hacemos día a día va modulando nuestro ser. Las mujeres percibimos estímulos diferentes de los hombres porque estamos preparadas naturalmente para hacerlo, y porque nuestra percepción del mundo se vincula con nuestros valores, con los significados existenciales que les damos a las señales que destacamos de todas las demás, también perceptibles. 
Sin embargo, no debe atribuirse a la naturaleza biológica de la mujer lo adquirido en su formativo proceso existencial, pues la naturaleza se asocia con lo esencial, determinante y difícilmente modificable. A menudo, se recurre a lo "natural" para perpetuar el sexismo. 
La mujer no solo nace como tal, sino que se hace en una continuada interacción con otros, que la va modelando: lo social y lo cultural se convierte poco a poco en carnal. Como cualquier ser vivo, la mujer se adapta a su medio para sobrevivir en él. Sus percepciones, la forma de procesarlas y seleccionarlas de manera inconsciente, el valor que les da, sus sueños, expectativas e interpretaciones son específicos de su condición real de mujer, pues acontecen en ella y no fuera, ni en otros. Los sentidos nos ayudan a elaborar nuestra realidad; con nuestras percepciones componemos instantáneas de relación con lo que nos rodea, y nos ubicamos en un mundo personal e intransferible. 
Hablemos brevemente de los cinco sentidos femeninos y destaquemos sus peculiaridades, sin olvidar que cada mujer es única, con sus propias particularidades sensoriales: 
El tacto. La fina piel de las mujeres se caracteriza por una mayor sensibilidad al tacto y al peso debido a que posee sensores unas diez veces más sensibles que los de los hombres. Las mujeres tocamos más y sentimos con mayor intensidad el contacto de los demás, y percibimos mejor las emociones de los otros a los que tocamos. La sensibilidad táctil de las mujeres es superior a la de los hombres, de ahí su extraordinario erotismo cutáneo. 
El gusto y el olfato. También son superiores en la mujer. El olfato puede agudizarse en algunos días del ciclo menstrual como, por ejemplo, en la ovulación. El universo olfativo femenino es más rico. Las mujeres, por lo general, somos capaces de reconocer una mayor gama de diversos olores. Los olores nos afectan más, tanto que, a veces, un olor que nos desagrade nos haga alejarnos e, incluso, pueda inhibir nuestro deseo. 
El oído. Las mujeres suelen tener mejor oído que los hombres, pues diferencian múltiples sonidos y los clasifican en categorías sin apenas darse cuenta. Así, podemos escuchar a varias personas a la vez, mantener una conversación y enterarnos de lo que dicen los que están charlando al lado. Además, somos más sensibles a distintas tonalidades de la voz y también a su volumen, y nos percatamos mejor de los cambios emocionales en aquellos con los que conversamos. Somos capaces de distinguir sonidos más agudos como el llanto de un bebé, y los ruidos fuertes nos afectan más. 
La vista. Las mujeres vemos mejor en la oscuridad que los hombres y, en general, distinguimos mejor los colores y sus múltiples matices. Por ejemplo, diferenciamos el "verde manzana" del "verde pistacho" y no entendemos cómo los hombres no lo hacen. "Será que no le interesa", "Le da igual cuando es importante para mí...", "No me hace caso", pensamos. Nos molestamos, lo interpretamos como falta de atención, de interés y de amor, y nos enfadamos. Por otra parte, los ojos de las mujeres se adaptan mejor a las distancias cortas. Al mismo tiempo, nuestra visión periférica es más amplia, pudiendo abarcar casi 180 grados, por lo tanto, nuestro campo de visión es mayor. Podemos darnos cuenta de un gesto de otro al que ni siquiera estamos mirando directamente, e interpretarlo en un contexto de emociones como, por ejemplo, de desagrado, de nerviosismo, de afecto o de interés. "No entiendo cómo no te has dado cuenta de que...", dicen muchas mujeres a sus compañeros masculinos. "Pues no me he enterado de nada", contestan ellos, y suele ser verdad: no lo han visto porque no lo han destacado como interesante, no lo han percibido. La visión de los hombres es más en túnel, fijándose más en un objetivo. 
La capacidad sensorial de la mujer le proporciona una excepcional ventaja perceptiva en su medio relacional. Sin embargo, esa misma ventaja se convierte a menudo en un desencadenante de conflictos, enfados y malentendidos con los hombres, porque las mujeres solemos creer que ellos perciben las mismas señales del medio que nosotras, y no es así. Esa divergencia perceptiva, ignorada tanto por las mujeres como por los hombres, causa confusiones, discusiones, suspicacias, desencuentros y problemas relacionales entre los dos sexos, y conviene tenerla en cuenta. Nos ahorraríamos todos muchos disgustos y malentendidos. 

Anna Arnaiz Kompanietz es médico, sexóloga y escritora

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