lunes, 19 de febrero de 2018

VISIONES Y VIVENCIAS || Diario de una adolescente en 1992, el año en que todo cambió en España | Cultura | EL PAÍS

Diario de una adolescente en 1992, el año en que todo cambió en España | Cultura | EL PAÍS

Diario de una adolescente en 1992, el año en que todo cambió en España

Beatriz Navas recoge en este libro autobiográfico las vivencias de una chica de 14 años en plena eclosión de la sociedad española

Beatriz Navas en 1992.

Beatriz Navas en 1992





“Hoy tengo catorce años, tres meses y diez días, y vivo un año muy importante para España: el famoso y esperado ¡1992! Tenemos la Expo de Sevilla (…) celebraremos las Olimpiadas en Barcelona (…) y por si esto fuera poco, es Madrid, en este momento, la capital cultural europea. ¡No nos podemos quejar”. Así comienza el diario que Beatriz Navas (Madrid, 1978) empezó a escribir el 17 de mayo de 1992, el año en el que España se iba a poner en el foco del mundo y que marcaría a una generación que también entraba en una nueva era. Porque tras esas líneas, llega lo importante: las salidas con las amigas al madrileño barrio de Malasaña y a los bares donde no había ningún problema para beber y fumar siendo menor de edad, los rollos con los chicos y los conciertos de Nirvana o Gun’s and Roses. Ya no eran los ochenta, era otra cosa.
No pasaba nada alucinante, pero lo cuento como si lo fuera
Este diario de Navas, que es programadora e investigadora audiovisual, además de crítica de cine –durante varios años programó en La Casa Encendida de Madrid- acaba de publicarse en formato libro – Y ahora, lo importante (Caballo de Troya) – y es un fiel reflejo de quiénes eran aquella generación que ahora cumple los 40 años. La autora decidió hacerlo público, “tuneado y con nombres cambiados”, señala, a modo de reflexión sobre sí misma, sobre dónde había ido a parar aquella niña y qué mensajes se recibieron en aquella época. El texto también está plagado de titulares de los periódicos EL PAÍS y el ABC de aquellos años, que muestran que pese a los éxitos de los Juegos Olímpicos y la Expo, también hubo sus zonas grises, como los primeros casos de corrupción del PSOE (Filesa) y la crisis económica.
Tampoco es que fuéramos muy conscientes de ese machismo
“Cuando lo escribía tenía una intención de registro y de que yo misma leyera eso al cabo de mucho tiempo. No pasaba nada alucinante, pero lo cuento como si lo fuera”, comenta. Porque las emociones, como sucede con todo adolescente, estaban a flor de piel. Se constata en cómo ella vivió los Juegos y la Expo. “Es que te llevaban preparando mucho tiempo. Fueron unos años de celebrar, de salir al mundo como país y teníamos que dar la talla. Además yo me acuerdo porque pensaba mucho en que en el 92 tendría 14 años. Y toda España los vio. Estuvo aquella imagen del Príncipe… Y sí que se sentía ese orgullo porque fue un hito”, recuerda.
La intrahistoria cotidiana, sin embargo, revela mucho más de cómo era entonces España, o al menos, la generación adolescente. Por ejemplo, el hecho de que los padres estuvieran divorciados, algo que le sucedía a ella. “En los ochenta era todavía más extraño, pero aún te trataban con condescendencia y como persona problemática, aunque no lo fueras. Y tenía ese doble rasero, que para mí es doloroso, de cómo se medía al hombre divorciado y a la mujer divorciada. El juicio era más duro contra la mujer y eso me parecía muy injusto”, apunta.
Beatriz Navas,el pasado 13 de febrero en Madrid.ampliar foto
Beatriz Navas,el pasado 13 de febrero en Madrid. JAIME VILLANUEVA
En este sentido, queda muy marcado el machismo que se recibía a través de diversos mensajes: las chicas apenas pagaban las consumiciones en los bares, ya que solía haber ofertas para ellas; incluso a la propia autora le llama la atención ver un partido de jugadoras de baloncesto. “Tampoco es que fuéramos muy conscientes de ese machismo. Yo ahora lo leo y me sorprende que algunas cosas me sorprendieran. Es obvio que con respecto a entonces sí hemos mejorado, aunque aún queda camino”, sostiene.
Ilustración 'Un día de mierda'.
Ilustración 'Un día de mierda'. BEATRIZ NAVAS
La relación con los chicos, que aparecen constantemente en el diario, también es una muestra de cómo era la educación que se recibía entonces. “Cuando lo volví a leer sentí un poco de vergüenza: ¡cómo podíamos estar tan obsesionadas con los chicos! Creo que éramos una generación que estaba en esa red pegajosa del romanticismo. Pero ahora me hace mucha gracia”, afirma. De hecho, en todo el diario no hay nada de sexo explícito, más allá de unos besos. No lo había a esa edad en esa década. “Creo que éramos diferentes a ahora y sí que tenías esos pensamientos de no quiero que me llamen tal, pero tampoco ser una cortada. Estabas luchando con eso”, reconoce.

Conciertos, JASP y tacos 

También, junto a las excursiones por bares y discotecas ya desaparecidas como Morasol en el barrio de Prosperidad y las salidas a conciertos y míticas tiendas como el Madrid Rock de Gran Vía, aparece otra constante de la época: el estudio y la responsabilidad. “Existía una especie de contrato familiar. Tu obligación era estudiar, sacar buenas notas y portarte bien. Y yo lo hacía, en mi casa no decía ni un taco. Tú sabías muy bien donde estaba el límite”, observa. No extraña. Fue la generación que, publicitariamente, se la denominó JASP (Joven Aunque Sobradamente Preparado), de la que, como Navas dice, “probablemente hay gente que su esfuerzo no se haya visto recompensado y que no era la panacea para seguir el camino que nos habían marcado. Realmente hemos perdido derechos… y además nos han culpado con aquello de vivir por encima de nuestras posibilidades”.
Ella, no obstante, no pretende hacer un ejercicio de nostalgia con este libro. “No, yo creo que ahora vamos a hablar bastante de los noventa porque ya empieza a haber una distancia y también porque la gente que vivió eso de una manera intensa y quiere hablar de ello ya tiene una edad. Son periodistas con nombre en los periódicos, son nuestros políticos de ahora… Pablo Iglesias es del 78, Albert Rivera del 79, Íñigo Errejón también está ahí… Es una generación que empieza a tener voz y cierta autoridad. Y porque toca revisar, aunque no nos dejen”, manifiesta. Y, por supuesto, no culpa a aquella niña de 14 años: “Si hablara con ella le diría que todo va a ir bien, aunque en determinados momentos no vaya bien. A ver, yo quería ser directora de cine, quería ser artista… pero bueno, sí, estoy satisfecha”.
Cuando lo volví a leer sentí un poco de vergüenza: ¡cómo podíamos estar tan obsesionadas con los chicos!

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