martes, 31 de octubre de 2017

NO PINTES EL JARDÍN BOTÁNICO ▲ Metáforas frías | Babelia | EL PAÍS

Metáforas frías | Babelia | EL PAÍS

ARTE

Metáforas frías

Jorge Diezma llena de flores el Jardín Botánico de Madrid echándole un pulso a la idea de naturaleza muerta

Pinturas de Jorge Diezma en el Jardín Botánico de Madrid.

Pinturas de Jorge Diezma en el Jardín Botánico de Madrid. 





A veces parece que la historia de la pintura moderna se puede leer como la historia de la pintura tradicional puesta al revés, como una película proyectada hacia atrás, un desmantelamiento regresivo de todos esos mecanismos inventados a lo largo de los siglos para hacer convincentes las representaciones pictóricas. Así, las superficies transparentes se llenaron de grumos de pintura, los espacios se aplanaron, la perspectiva se hizo arbitraria, el dibujo se despreocupó de que hubiese correspondencia con los esquemas reales de las figuras y las formas dejaron de ser representativas de lo que el ojo realmente ve.
Ante la pintura, Jorge Diezma (Madrid, 1973) parece hacer ese viaje inverso. Se mueve como los cangrejos, en paralelo, y desde varios frentes. No sin ironía, los ­crustáceos se han colado en algunas de sus obras. Junto a un trabajo más figurativo, como los bodegones de grandes dimensiones, ha ido desarrollando una línea abstracta que pone el acento en la materialidad de lo pictórico. Y en esa tensión está el meollo del asunto, ­también aquí, en El florero en flor, la exposición que ocupa el Pabellón Villanueva del Jardín Botánico de Madrid.
Todo tiene tintes de reverberación, como el título. Lo vemos en la idea de exponer flores en el Botánico, o en las diversas capas que tienen las telas informes que construyen una extraña línea de horizonte floral. Y hay mucho de ánimo subversivo en la elección de la naturaleza muerta como tema para estos cuadros. El artista juega con las perspectivas, aunque sobre todo con la creación de espacios casi anómalos dentro de la pintura, como los fondos tras los jarrones, a veces acuáticos, y esas escenas de otro tiempo pintadas también con un estilo deliberadamente amateur. Diezma parece recrearse en ese lugar secundario que siempre ha ocupado el bodegón en la clásica jerarquía de géneros hasta el siglo XIX. Y por ahí asoma de nuevo uno de sus mayores referentes en el campo de la pintura, el italiano Filippo de Pisis. Como él, Diezma va más allá del guiño a la tradición y se dedica a proyectar espacios metafísicos que te llevan a otro lugar. Para ejemplo, el último cuadro al final de la sala, separado de la ristra asincopada, detenido en la abstracción que reina camuflada de anacronismo.
‘El florero en flor’. Jorge Diezma. Jardín Botánico. Madrid. Hasta el 19 de noviembre.

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