sábado, 26 de agosto de 2017

LAPSO IBÉRICO || El “estilo Sonia” vuelve a Madrid | Cultura | EL PAÍS

El “estilo Sonia” vuelve a Madrid | Cultura | EL PAÍS

El “estilo Sonia” vuelve a Madrid

Una exposición en el Museo Thyssen recuerda la etapa “ibérica” de Delaunay, una artista que llevó la vanguardia de sus lienzos al diseño y la moda

'Vestidos simultáneos'. (Tres mujeres, formas, colores).

'Vestidos simultáneos'. (Tres mujeres, formas, colores).  MUSEO THYSSEN- BORNEMISZA, MADRID.





Sonia Delaunay vuelve a Madrid, a su “periodo ibérico”, como ella lo definió, y del que escribió en 1978: “Fue la época más bella de mi vida porque podía trabajar en las mejores condiciones con que puede soñar un pintor; la violenta luminosidad, la animación de las calles, las fiestas, los mercados, los bailes populares...”. Una exposición en el Museo Thyssen de Madrid dedica (hasta el 15 de octubre) un gran homenaje a su obra, que no solo se desarrolló entre pinceles. Delaunay (Hradyzk, 1885 - París, 1979) elevó a categoría de arte el diseño y la moda. Madrid tuvo su “estilo Sonia”.
Pionera, junto a su marido, de la primera vanguardia, Sonia y Robert Delaunay llegaron a Madrid en 1914, dejando atrás un París en guerra y muchas amistades interesantes y dispares (poetas como Cendrars o Apollinaire, pintores como Lèger o Picabia) truncadas. Ya para entonces Sonia cultivaba un cubismo luminoso y abstracto gobernado por el color y el movimiento.
Pero ya para entonces tenía como objetivo llevar sus ideales artísticos más allá del lienzo y del “orfismo” que dictaba Apollinaire y tratar al diseño y a la moda como artes nobles. “No había ningún hiato entre mi pintura y mis trabajos digamos decorativos, y ese género menor no supuso nunca una frustración artística, sino una expansión libre, una conquista de nuevos espacios, otra aplicación de una misma búsqueda”, escribió al final de su vida. De ahí, el título elegido para la exposición: Sonia Delaunay. Arte, diseño, moda.Durante años esa fue su condena (estuvo a la sombra de su marido y no muy bien valorada por la oficialidad), y, sin embargo, hoy es su mayor logro, pues afortunadamente se celebra esa voluntad de llevar el arte a la calle.
Para entender la relación de Sonia con Madrid conviene dividir su estancia en dos etapas. La primera, entre 1914 y 1915, es una época marcada por el deslumbramiento que le causan los maestros del Prado y el contacto con el flamenco, ese arte originario y autóctono que arrebataba y emocionaba a amigos suyos como Diaghilev, Stranvinski, Falla y tantos otros. La segunda etapa va de 1917 a 1921, periodo de contacto con la vanguardia española y de puesta en marcha de importantes proyectos de diseño de interiores y de moda. Entre medias de este “periodo ibérico” se incluye el tiempo que el matrimonio pasó en Portugal, en Vila do Conde, empapándose de una dulce y ancestral vida rural, y luego en Lisboa, al amparo de futuristas portugueses como Amadeo de Souza-Cardoso o José Almada Negreiros.
Las hijas de los marqueses de Urquijo vestidas por Casa Sonia, hacia 1920.
Las hijas de los marqueses de Urquijo vestidas por Casa Sonia, hacia 1920.  EL PAÍS
En esta segunda época madrileña, el nombre de Sonia Delaunay aparecerá en numerosos artículos de prensa (InformacionesBlanco y negroFigaro, etcétera) en los que se menciona su dedicación a la moda y se elogia la expansión artística que definió su carrera.
Para realizar una ruta por el Madrid de Delaunay la guía es Marta Ruiz del Árbol, comisaria de esta extraordinaria exposición, la primera que se dedica en nuestro país “solo” a Sonia, pues en las anteriores siempre apareció junto a Robert. Las localizaciones más determinantes de su periplo madrileño pueden establecerse así:
Casa Sonia. Calle Columela, 2. Sonia y Robert ocuparon el segundo piso de este edifico selecto del barrio de Salamanca. Aquí montó su negocio de decoración de interiores y diseño de moda, que llamó Casa Sonia. Según Ruiz del Árbol “Delaunay recibió encargos de la aristocracia madrileña, como de los Marqueses de Amboage, cuyo palacio es hoy la Embajada de Italia; o de los Marqueses de Urquijo, a cuyas cuatro hijas vistió con sus diseños”.
Delaunay creó en esta época sombrillas, chalecos, sombreros de rafia, vestidos. “Me divierto con todos los encargos que nos hacen —escribiría años más tarde—, pero ni siquiera con los más mínimos detalles de la confección o de la decoración doméstica tengo la sensación de estar perdiendo el tiempo. No, es un trabajo tan noble, tan noble como una naturaleza muerta o un autorretrato”. No es extraño, pues, que el poeta Joseph Delteil escribiera para ella el largo Poème de la robe future, que concluye con los versos: “El movimiento circular y colorido que está en el centro de todo, que es todo, porque un vestido es una danza”.
Museo del Prado. Nada más llegar a Madrid en 1914 Sonia Delaunay se inscribió como copista del Museo del Prado “buscando inspiración en los maestros clásicos, especialmente la escuela colorista veneciana. Robert Delaunay estaba fascinado por El Greco, en una época en la que el pintor cretense empezaba a ser considerado como pionero de la pintura moderna. Ella también, aunque menciona a otros artistas como Veronés”, sostiene Ruiz del Árbol. “Además, así pasó a formar parte de una larga lista de pintores que habían visitado antes el museo: Manet, Courbet, Morisot, Monet o Matisse habían viajado a Madrid. Y aunque la llegada de la artista a Madrid no estuviera, en principio, motivada por la atracción hacia los maestros españoles sino por el comienzo de una guerra, una fascinación similar a la de sus predecesores pudo haberse apoderado de ella”.
Taberna Los Gabrieles. “No sabemos con exactitud qué locales visitó, pero sí sabemos que le fascinó el flamenco. En esa época pudo visitar locales míticos como este, junto a la plaza de Santa Ana”. Ruiz del Árbol se refiere a Los Gabrieles, famoso local inaugurado en 1897 y que hasta 2003 se reconocía por sus zócalos de cerámica. “Fue lugar de cita para tertulias toreras y juergas flamencas. Antonio Chacón, uno de los padres fundadores del flamenco, se había instalado en Madrid en 1912. En la capital cantó más en fiestas privadas que para el público; lo hizo en el café Fornos y, sobre todo en Los Gabrieles, un local que él y el guitarrista Ramón Montoya convirtieron en lugar de moda para intelectuales y aristócratas. Por aquel tiempo, la Niña de los Peines, que ya era muy reconocida, había grabado un centenar de canciones en varios discos; Chacón y Montoya también habían grabado algún disco”. El cuadro que quizás mejor representa la influencia que tuvo en Sonia el flamenco se halla en la exposición: Cantaores de flameno,un deslumbrante lienzo de óleo y cera.
Teatro Lara. Durante el tiempo que Delaunay estuvo en Madrid se estrenó El amor brujo en este teatro de la Corredera Baja. Con música de Manuel de Falla y libreto de Gregorio Martínez Sierra (aunque lo que él firmaba era de María Lejárraga), esta pieza está considerada como el inicio del ballet flamenco. “Hay constancia —sostiene Ruiz del Árbol— de que Delaunay conoció tanto a Falla como a los Martínez Sierra. Así que pudo haber ido a Los Gabrieles, quizá escuchó alguno de los discos mencionados y, casi con toda seguridad, vio El amor brujo.
Plaza de Pedro Zerolo. En esta plaza, que antes se llamaba de Vázquez de Mella y a saber en aquellos tiempos, se encontró la mayor intervención de Sonia Delaunay en España. La artista decoró por completo un teatro que se llamaba Benavente y posteriormente Petit Casino, transformándose en una especie de local de varietés y revista. “Para la artista fue la oportunidad de colaborar en el ámbito teatral y de intervenir en un espacio arquitectónico”. Las fotos que se conservan, a la vista en la exposición, dan buena cuenta de la magnitud del proyecto y del llamado “estilo Sonia”: diseños textiles y telas pintadas aparecen en cojines, biombos, cortinas y pantallas que tamizan la luz. Frente a los materiales nobles y los colores sólidos, frescura y color.
Café de Pombo. Sonia y Robert conocieron a los intelectuales de la época, con Ramón Gómez de la Serna a la cabeza, y frecuentaron la mítica tertulia de este café, una “sagrada cripta” para el autor de las greguerías, aunque no fuera más que un semisótano de la calle Carretas, y que hoy está abierto en la misma casa natal del escritor, periodista, pintor y agitador cultural que fue Gómez de la Serna, en la calle Guillermo Rolland, 7. Su relación con el círculo de poetas ultraístas fue determinante para este movimiento literario de vanguardia, muy urbano y visceralmente enemigo del modernismo y del que formaron parte nombres como Cansinos Assens, Juan Larrea, Guillermo de Torre o Isaac del Vando-Villar. Tanto es así que este último dedicó a Sonia Dalaunay estos versos: “En los espejo de tu cara, el arte nuevo nos sonríe”. Lugares como este son culpables de que tampoco para la artista parisina pudiera existir mejor ciudad que Madrid para exprimir intensamente la juventud, esa fábula.

LA GRAN VÍA Y EL RASTRO, DOS ICONOS CON POTENCIAL

Los años que Sonia y Robert pasaron en Madrid coincidieron con el periodo de gestación de la Gran Vía, otro punto crucial de la ruta Delaunay, e imprescindible para entender la modernidad. Un nueva ciudad se configura a partir de la inauguración del primer tramo. Madrid burbujea, quiere convertirse en metrópoli y, aprovechando la neutralidad en la Primera Guerra Mundial, se convierte en un inesperado refugio de artistas de vanguardia, entre los que sin duda los Delaunay, que la transitan y la modifican, ocupan un papel destacado. Si el primer tramo es claramente neobarroco, en el segundo, que llega hasta Callao, conviven racionalismo, expresionismo y déco. Con el tiempo (y eso Sonia ya no lo verá), arquitectos determinantes como Gutiérrez Soto, Eced o los hermanos Feduchi, dejarán allí su impronta con un buen puñado de obras maestras.
Cuando en la segunda época madrileña, necesitada de trabajo, Sonia invierte su talento en la decoración, se propone transformar "la banalidad cotidiana y los objetos que la acompañan en un entorno más elevado". Esa tendencia hacía los "objetos artísticos" la llevó al Rastro, puede que animada por Ramón Gómez de la Serna (que destacaba en ella un "temperamento artístico oriental") o Vicente Huidobro. Según el crítico Guy Weelen "Sonia compra cacharros populares en el rastro y los transforma: crea pantallas, cestos llenos de flores de lana". No obstante, el éxito de Sonia Delaunay como decoradora también fue deudor de sus años de formación en París, pues la capital francesa era un referente de la moda y todo lo que de allí venía tentaba a una burguesía receptiva a la modernidad.

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