martes, 21 de febrero de 2017

DISCRETO INDISCRETO || Las preguntas sobre cuestiones personales en China

Las preguntas sobre cuestiones personales en China

Revista Instituto Confucio – ConfucioMag




Las preguntas sobre cuestiones personales en China

Las preguntas sobre cuestiones personales en China suelen resultar llamativas para los extranjeros. En la cultura occidental la pregunta de un desconocido sobre país de procedencia, edad, estado civil y sueldo puede resultar incómoda. Sin embargo en la cultura china estas preguntas están más vinculadas al pragmatismo de los chinos que a la curiosidad.

Las preguntas sobre cuestiones personales en China

Flickr (CC) Garry Knight.
Artículo de Mónica Moyano
“Es de sabios preguntar y de tontos el callar”, dice el adagio. Será esa la razón por la que los chinos, de sabiduría milenaria, gustan tanto de hacer preguntas. Por eso, en un primer contacto con un extranjero y ante la curiosidad que les produce encontrar a una persona de cultura diferente, quieren conocer algunos datos para poder situarse ante ella. El único objetivo de las preguntas es etiquetar al ‘otro’ para facilitar la relación con él. En cualquier caso, la pregunta no es un pasatiempo para aburridos, sino una necesidad social con unas razones lógicas que veremos más abajo.
En el caso de China, son cuatro las preguntas más frecuentes formuladas a los extranjeros: país de procedencia, edad, estado civil y sueldo. Excepto la primera pregunta, las tres últimas son inimaginables en nuestra cultura europea. Pocas mujeres responderán con alegría a la pregunta sobre su edad; con los cambios en la estructura de la familia y de las relaciones humanas, responder al estado civil también se convierte a veces en una dificultad; sobre el sueldo, ni hablar. Pero en China, con la respuesta a estas cuatro preguntas, uno ya se puede hacer una idea de quién es la persona que tiene delante y actuar en consecuencia. Parece que si se puede preguntar sobre estos cuatro aspectos tan privados de la persona, se podrá preguntar también sobre cualquier otra cosa. Incluso puede dar la sensación de que la privacidad no existe. En realidad, no es tanto la curiosidad como el pragmatismo lo que mueve a los chinos a hacer esas preguntas.
En el caso de China, son cuatro las preguntas más frecuentes formuladas a los extranjeros: país de procedencia, edad, estado civil y sueldo. Excepto la primera pregunta, las tres últimas son inimaginables en nuestra cultura europea. Pocas mujeres responderán con alegría a la pregunta sobre su edad
En la cultura europea, de raíces fuertemente cristianas, prima –aunque a veces de manera tan inconsciente que es invisible- el ayudar al prójimo siempre que éste tenga necesidad de ello y podamos hacerlo. Es aquello del “haz el bien y no mires a quién”. En la cultura china los favores se hacen no tanto por generosidad sino por la garantía de poder recuperar en el futuro la misma ayuda que se ha ofrecido en el presente. Se mueven más por el “hoy por ti, mañana por mí”, como dice el refrán. En Europa también se espera en muchos casos la reciprocidad del favor –buena muestra de ello es la existencia del refrán- pero se valora muy positivamente el ayudar a alguien sin esperar nada a cambio ni tener datos sobre esa persona. El pragmatismo chino no contempla esta opción. Es imprescindible devolver la gracia recibida en la misma medida —ni excederse ni quedarse corto— para saldar la deuda que se asume al recibir el favor. Esta deuda supone una carga tan pesada que afecta profundamente a la persona que la recibe. Si no se pudiera devolver supondría un gran malestar. Es otra manera de ver las relaciones sociales: un trueque de ayudas mutuas debidamente recompensadas.
Pero, cuando el taxista pequinés me hace las cuatro consabidas preguntas, ¿también me está añadiendo a su base de datos de posibles ayudas futuras? No lo creo. El taxista que me lleva de vuelta a casa no vendrá a buscarme para que le solucione un problema personal, pero sabiendo qué edad tengo, si estoy casada o no, y cuánto dinero cobro, añadido a saber de qué país soy, podrá hacerse una imagen general de los extranjeros que provienen del mismo país que el mío. Esa es la función del estereotipo, al fin y al cabo: ayudarnos a etiquetar lo desconocido para conseguir sentirnos seguros ante ello y facilitar la relación en el futuro con otros desconocidos similares.


Las preguntas sobre cuestiones personales en China

Flickr (CC) GDC Official.
Resulta muy curioso que personas de edades diferentes y posiciones sociales diferentes –desde el taxista hasta el funcionario- hagan todos las mismas preguntas. A veces se añaden otras como “¿cuánto tiempo hace que vives en China?” o “¿cocinas tú misma?, ¿comida occidental o china?”, pero las básicas son las otras cuatro. Parece como si aparecieran en un manual de cortesía estudiado por todos. Al principio uno se siente mal cuando le preguntan, siente que violan su privacidad teniendo que responder. Poco después se aprende que la respuesta depende de uno mismo, y que “ante el vicio de preguntar, la virtud de no contestar” o, en este caso, de contestar lo que parece más oportuno según el contexto. Al final uno comprende que en la pregunta también reside un interés hacia el otro como ser humano, es decir, que el que me pregunta es como si dijera: “para mí no eres una persona anónima, me interesa saber quién eres”, como una manera de preocuparse por uno. Ya no resulta tan violento ser interrogado.
En la cultura occidental, más individualista, tan celosa de la intimidad y la privacidad, la pregunta de un desconocido algunas veces se convierte en un violento ataque. En la cultura china, gregaria, acostumbrada a la dependencia de una comunidad familiar, la pregunta refleja la preocupación por sus miembros.
Hemos visto arriba las preguntas hechas a los extranjeros pero, ¿y los chinos entre ellos? ¿También se preguntan tanto? ¿Existen preguntas que les incomoden? Para empezar, los chinos parten de una base cultural común que da por supuestas muchas cosas, como por ejemplo, que una mujer de más de veintidós años en el campo o una de más de 30 años en la ciudad ya estarán casadas. O sobre la edad: viendo a la persona uno sabe más o menos la edad de las personas de su país, ya se puede orientar suficientemente. La pregunta sobre el sueldo y el lugar de trabajo sí que es básica. Forma parte de la recogida de datos para la agenda de posibles benefactores a los que recurrir en caso de emergencia y orienta sobre el estatus del interlocutor. Las preguntas principales que incomodarán a la persona son las que incidan sobre un tema negativo que concierna y afecte a su imagen social, preguntas que no se harán de forma intencionada por la costumbre de no dejar en evidencia al otro, de no querer que la otra persona ‘pierda la cara’.
En la cultura occidental, más individualista, tan celosa de la intimidad y la privacidad, la pregunta de un desconocido algunas veces se convierte en un violento ataque. En la cultura china, gregaria, acostumbrada a la dependencia de una comunidad familiar, la pregunta refleja la preocupación por sus miembros. Dos caras de una misma moneda que de interpretarlas correctamente pueden romper barreras culturales. Ponerse a la defensiva ante el otro a la mínima incursión en nuestra vida puede hacernos perder la oportunidad de acercarnos a él. Dejarse preguntar es abrirse a confiar. En vez de primero confiar y después preguntar, ¿por qué no probamos a hacerlo al revés?.

Revista Instituto Confucio 4
pdfPublicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 4. Volumen I. Enero de 2011.Ver / descargar el número completo en PDF 

No hay comentarios: