lunes, 9 de enero de 2017

TRIKAYA ▲ Thuk Je Che Tibet

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LA DOCTRINA DE LOS TRES CUERPOS.
(iconografía de imágenes) 

Durante los primeros siglos de nuestra era, los pensadores budistas desarrollaron una serie de iconos para satisfacer la necesidad de ver una imagen de Buda alrededor de la cual centrar sus ideas y sentimientos. Estas imágenes se basaban en la creencia de que Buda tenía tres cuerpos (Trikaya). Tanto la creencia como el arte que la representa se supone que son upaya o “medios hábiles” para dirigir la mente de la gente gradualmente hacia el exterior de sus obsesiones egoístas con las cosas mundanas y concentrarse en las metas budistas -y han de ser abandonados una vez la meta se haya conseguido. Los “medios hábiles” incluyen tanto la práctica personal como la enseñanza externa. Pero apartarse uno mismo o a los demás de las preocupaciones terrenales, o de la construcción de sistemas meramente intelectuales que fascinan a la mente, es excesivamente difícil. Así pues, durante siglos, los budistas han desarrollado su imaginería figurativa para simbolizar la meta budista. Esta imaginería ha sido expresamente diseñada para alcanzar y centrar nuestras emociones y facultades humanas, incluyendo aquellas que son normalmente perniciosas.

La doctrina de los tres cuerpos de Buda resuelve varios problemas filosóficos y artísticos a la vez. Se supone que los tres tienen que ser en cierto sentido congruentes. El primer cuerpo, el nirmanakaya, es la dimensión física o manifiesta de la existencia, representada por el Buda Gautama y las sucesivas reencarnaciones y personificaciones como Buda. El tercer cuerpo, llamado el dharmakaya, es el Iluminado o la mente de Buda, y llegó a identificarse con el cuerpo total de la auténtica Iluminación y doctrina, abarcando el dharma, toda la existencia y fenómenos, desinterés, sabiduría y vacío. El dharmakaya es invisible y no puede abarcarse con el pensamiento.

Entre estos dos cuerpos está el segundo, el Cuerpo de Gloria, sambhogakaya, el cuerpo “ideal” compuesto de atributos simbólicos, no solamente anatómicos. Como Sva-Samboghakaya, visionario, “extremadamente perfecto, puro, eterno y universal”, sólo puede ser visto por los bodhisattvas y personas con un gran alto grado de visión interior; como Parasamboghakaya, “el cuerpo que causa alegría a los demás”, tiene treinta y dos señales simbólicas y esos son los atributos que normalmente proporcionan la base para la imagen de Buda descrita en el arte. Está vacía interiormente, un hueco continuo, suavemente redondeado y coloreado de oro, con largos brazos con forma de trompas de elefante. Tiene lotos grabados en las palmas de las manos y las plantas de los pies, y un bulto en la coronilla, pelo muy corto, en rizos semejantes a escamas (Buda se cortó el pelo con su espada como primer acto de renuncia), y los órganos sexuales cubiertos con una membrana. Es tan colosal como el arte y la imaginación puedan hacerlo, pues se supone que debe contener a todo lo que es. La concepción de sambhogakaya está implícita en muchas figuras de la iconografía budista.

Los monjes tibetanos solían recitar a su normalmente iletrado público historias y textos doctrinales en las salas de los monasterios, generalmente sentados bajo imágenes con las marcas del sambhogakaya. Esto indicaba que estaban hablando, no simplemente según ellos mismos, o incluso del Buda terrenal, sino desde el dharmakaya, la mente de Buda.

Igual que ninguna imagen de Buda pretendió nunca representar su verdadero aspecto físico, para que fuese apreciado “externamente”, tampoco las demás figuras de la iconografía budista pretenden ser entendidas en un sentido simbólico especial. Cada una invita al que las contempla a identificarse con ellas; a absorber, no la piedra o la imagen pintada o modelada como tal, sino el estado y estadio de desarrollo personal al que sus características se refieren. El budismo tibetano tomó de los antiguos chamanes Bon-Po la costumbre de usar objetos cargados de poder en sus rituales. Todos los objetos recién acabados tienen que ser inicialmente cargados con poder por medio de rituales y mantras llevados a cabo por monjes ó Lamas.. Representar una imagen es hacer inmediatamente presente el principio espiritual que representa, e imbuir un lugar u objeto de la energía de ese principio. Así, los muy variados iconos representados en el arte tibetano no pretenden describir seres de forma humana objetivos o imaginarios, ni siquiera seres espirituales en particular, sino estados de ser que la persona que los contempla debería adoptar interiormente. Para lograr esto, cada uno debe llevar a cabo largos, continuos y a menudo repetidos actos de dedicación y concentración. Esto constituye la actividad central del monje budista tibetano, cuyos rituales monásticos, recitaciones, música y arte se supone que han de ayudarle.

Debemos, por tanto, pensar que todas las figuras de Buda y todas las demás figuras del arte budista son arquetipos; no en el sentido jungiano, sino más literalmente, como prototipos, símbolos muy definidos de la persona consciente del dharma. Cada monje, cada visitante o miembro de una comunidad budista contempla cada imagen como muestra de una condición espiritual a la que personalmente aspira y espera alcanzar algún día. El arte tibetano presenta a veces imágenes de individuos conocidos históricamente, sobre todo, los fundadores de dos de las principales corrientes de enseñanza, Padmasambhava y Tsongkapa, así como de Milarepa y etc..

Thuk Je Che Tíbet.

Thuk Je Che Tibet

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