jueves, 8 de diciembre de 2016

HASANIA || Poemas en París >> Y… ¿dónde queda el Sáhara? >> Blogs EL PAÍS

Poemas en París >> Y… ¿dónde queda el Sáhara? >> Blogs EL PAÍS
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Intentar mostrar la riqueza de la cultura saharaui. Ese es el objetivo de este espacio. Una cultura nacida de la narración oral, de los bellos paisajes del desierto, de las vidas nómadas y el apego a la tierra, de su origen árabe, bereber y musulmán, de sus costumbres únicas y de la relación con España que se remonta a más de un siglo. Una cultura vitalista, condicionada por una historia en pelea por la supervivencia desde 1975. Coordina Sukeina Aali Taleb


SOBRE LOS AUTORES

Sukina Aali-TalebHija del exilio, Sukina Aali-Taleb nació en Madrid por casualidad, de padre saharaui y madre gallega. Es miembro del grupo de escritores La Generación de la Amistad Saharaui y coautora del libro "La primavera saharaui, los escritores saharauis con Gdeim Izik", tras los acontecimientos de El Aaiún, en 2010. Periodista y profesora de Lengua Castellana y Literatura en institutos públicos de Madrid. Como no puede ser de otra manera, apoya al Frente POLISARIO en proyectos de ayuda a su pueblo, refugiado y abandonado a su suerte en Tinduf (Argelia), desde hace cuatro décadas.
Roberto MajánRoberto Maján, ilustrador. Le gusta decir que fue el último humano nacido en su pueblo; piensa que eso lo hace especial. Y que su abuela se empeñó en llamarle Roberto en memoria de Robert Kennedy asesinado cuatro días antes. En la época en que nació y se bautizó, el Sahara era español, en el mal sentido de la palabra. El lo sabía por las cartas que recibía de su tío Ramón, destinado allí en su servicio militar. Los sellos que las franqueaban prefiguraron el universo imaginario que tratará de recrear en las imágenes de este blog.
Bahia Mahmud AwahBahia Mahmud Awah. Escritor, poeta y profesor honorario de Antropología Social en la Universidad Autónoma de Madrid, natural de la República del Sahara Occidental. Nacido en los sesenta en la región sur del Sahara, Tiris, la patria del verso y los eruditos. Cursó estudios superiores entre La Habana y Madrid, donde reside. Pertenece al grupo de Escritores Saharauis en lengua castellana.
Willy VeletaWilly Veleta. Willy Veleta consiguió su licenciatura de periodismo de una universidad estadounidense (ahí queda eso) y ha trabajado en todos los canales privados de TV en España… de los que huyó cuando se dio cuenta de que querían becarios guapos. Ahora es profesor de periodismo en inglés y prepara su tercer libro, una novela sobre los medios.
Liman BoichaLiman Boicha. Se licenció en Periodismo en la Universidad de Oriente en Cuba. Después de una larga ausencia regresó a los campamentos de refugiados saharauis y durante cuatro años trabajó en la Radio Nacional Saharaui. Actualmente reside en Madrid. Ha publicado Los versos de la madera y ha participado en varias antologías de poesía saharaui: Añoranza, Um Draiga, Aaiún, gritando lo que se siente, entre otras. Forma parte del grupo poético Generación de la Amistad Saharaui y es miembro de la Asociación de Escritores por el Sahara-Bubisher.
Larosi HaidarLarosi Haidar. Tras el alto el fuego, se instaló en Granada, donde se licenció y doctoró en Traducción e Interpretación. Actualmente es profesor de esta misma disciplina en la Universidad de Granada y ha publicado varios trabajos relacionados con la cultura saharaui. También ha participado en varias antologías de poesía saharaui.


Poemas en París

Por:  24 de noviembre de 2016
Ali_Salem_Iselmu_PARIS
El escritor saharaui Ali Salem Iselmu recita poemas en una librería de París
Esta entrada ha sido escrita por el poeta Ali Salem Iselmu, miembro de la Generación de la Amistad Saharaui.
Cuando el avión despegó, sentí como sus alas se movían buscando el centro del cielo. Observé los árboles, el río que bajaba de la montaña y las diminutas casas convertidas en puntos blancos. Cerré los ojos, quería recordar el sonido de aquel pájaro que me despertaba por la noche, cuando dormía en aquella cueva rodeada de dunas.
Toqué mis pies, no estaba descalzo. Volví a llevar mí mano a la cabeza con la intención de quitarme el turbante, oler su incienso y su perfume. Me encontré de repente con mis orejas, con mis ojos, con todo mi cuerpo sentado en una silla sin ninguna posibilidad de moverme.
Las luces de París brillaban en aquel cielo difuso, de estrellas débiles. La imagen de un hombre con una linterna, buscando sus pisadas en el interior de la arena, era la única señal en una noche oscura, una noche en la que uno busca, el beso de una amante; bajo la luz de una hoguera que se consume ante sus ojos.
Cuantos kilómetros puedes recorrer en una noche fría, una noche gélida en la que vas trasladándote de autobús en autobús, en busca de un poco de calor. Pides en tu interior que vuelva a nacer el sol, que se calienten las aguas del Sena y alguien pueda leer tú cartel de hombre sin techo, un hombre que busca un acto de bondad en la mirada de algún transeúnte.
Place de Clichy, San Lazare, Liége,  Gare de Nord; son las estaciones de metro que marcan el ajetreo de París. La velocidad de un mundo que se escapa, no vuelve y se aleja cada vez más. Mientras en mis manos voy pasando, las páginas de un libro que me va devolviendo, la sombra de aquella acacia y la pisada de aquel elefante.
Pido un vaso de agua y la camarera no me entiende, le vuelvo a insistir “je vuex de l’eau”, se siente confundida. Me pregunta en inglés que lengua habla usted:
Le contesto: - yo hablo hasania, árabe y español.
Ella se queda algo atónita y confundida. No sabe en qué lengua me podía contestar. De repente empezó a hablarme en español, diciéndome que era de Sidi Ifni, entonces yo sonreí, y le dije:
-  Es obvio que hables español, aquella tierra tuvo un pasado en común con España.
-Y tú de dónde eres. Me preguntó.
-Yo soy del Sáhara Occidental.
Cogí la botella de agua, me senté a leer un libro de poemas en francés y en hasania.  Mientras aquella chica me seguía mirando. Varias veces sus ojos, chocaron con mi cara. Parecía que aquellas breves palabras no eran suficientes, algo más quería saber.
En ese momento me acordé de aquel enorme anfiteatro, yo recitando poemas en París. El español, el francés y el hasania; se abrazaban en un texto. Fluían las palabras. Otra realidad nacía del interior de aquellos versos. Mientras los datos, las cifras perdían su significado ante tanta intensidad.
Después de una breve pausa, de haber colmado mi mente con poemas del Tiris, me acerqué al pequeño cesto. Deposité en él la botella de agua vacía, me acerqué de nuevo a la barra y le dije en francés:
-Au revior.
Ella me contestó:
- Adiós.
Caminé por el largo pasillo, mientras ella me miraba. Yo estaba inmerso en aquellos poemas que hablaban de la tierra, el hogar perdido y el contraste de paisajes que nace en el interior del Sáhara para llegar al París de las múltiples estatuas.
En ese instante sentí de nuevo, el París de las luces intensas, de las breves palabras.

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