viernes, 18 de noviembre de 2016

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'La isla del viento': Viva la inteligencia | Cultura | EL PAÍS

Viva la inteligencia

La inabarcable figura de Miguel de Unamuno merece una película. Que sea esta película la que venga a paliar el vacío ya es más dudoso



No hay quien dude que la inabarcable figura de Miguel de Unamuno, brillante y compleja, recia y amarga, es merecedora de una película. Que La isla del viento,coproducción argentino-española dirigida por Manuel Menchón, sea la que venga a paliar el vacío ya es más dudoso. Quizá por el periodo de su turbulenta existencia elegido, el del destierro en la isla de Fuerteventura, impuesto por la dictadura de Miguel Primo de Rivera entre los meses de febrero y julio de 1924, la película de Menchón deja un regusto a oportunidad perdida, pero lo más plausible es que las facilidades de producción y de presupuesto, en un tiempo en el que las películas de época son particularmente difíciles, hayan tenido mucho que ver.

LA ISLA DEL VIENTO
Dirección: Manuel Menchón.
Intérpretes: José Luis Gómez, Víctor Clavijo, Enekoiz Noda, Ciro Miró.
Género: drama. España, 2012.
Duración: 106 minutos.

El relato se inicia, de un modo algo acartonado, en los instantes inmediatamente anteriores a la polémica apertura de curso 1936/37 en la Universidad de Salamanca, con Carmen Polo y Millán Astray, la del "¡venceréis, pero no convenceréis!". Pero, a partir de ahí, un largo flashbackque ocupa casi toda la película, lo muestra en su confinamiento canario, esos días de reflexión en medio de la miseria de la isla, y su relación con los lugareños, desde los terratenientes y religiosos hasta los pobres de solemnidad. José Luis Gómez, mesurado y doliente, es un gran Unamuno, abatido pero nunca rendido. Y es la presencia del actor, junto al ideario del pensador, que se va colando entre desierto y mar, el que sostiene una narración digna pero con tendencia a lo obvio, sin creatividad ni apenas fuerza dramática, que sin embargo se eleva en los instantes finales, cuando regresa a Universidad, y a 1936. La representación del histórico enfrentamiento con Millán Astray mantiene el tipo y, con las fotografías reales del final, acaba iluminando a un hombre trascendental. Viva la inteligencia.

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