viernes, 19 de agosto de 2016

CAMINO DE REGRESO 2


La Voz del Árabe

Los Turaeg y sus camellos en el Sahara.
La Voz del Árabe
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el dispensador dice: hubo un instante, sólo un instante, un destello, un quiebre, en el que perdí el complejo de culpa... comprendí que la culpa que se me endilgaba no era mía, no me pertenecía, ni siquiera la suscribía... y estalló la liberación... se partieron los grilletes... y de un momento para el siguiente ya no hubo ni jaula ni rejas... justo allí entendí que el compromiso que asumes no es sinónimo de que puedas estar bajo el imperio del reclamo, siempre injusto, siempre imprudente, siempre oportunista, y que ninguna partida de casamiento habilita a que debas ser castigado por terceros a los que les complace el sacrificio humano del otro, el prójimo, al que además que ubicar como su proveedor, lo tienen como esclavo de circunstancias y antojos... entonces, ví con claridad que cuando lo que ata es un papel que funciona a modo de contrato de conveniencias, donde tu eres el objeto y los demás son usuarios de las conveniencias, entonces no hay nada que una a los espíritus, que no hay nexos, que no hay vínculos, que no hay sentimientos, y que las palabras no son más sonidos guturales que expresan lo contrario a su significado intrínseco... entonces, no hay vigencia de un contrato de esclavitud, porque en verdad (versión) tu no vendes ni entregas tu dignidad a cambio de nada... eres lo que eres... eres tu don y tu talento... eres lo que haces, por tí mismo y por los demás... y aún cuando pretendan escribir una historia en la que no figuras, o apareces cuando les conviene, en realidad tu tienes tu propia historia y en ésa misma historia, ellos, los inculpadores, los reclameros, no figuran... porque no han estado nunca... y cuando lo han hecho, sólo han aparecido para reclamar o culpar, y no más que eso... allí comprendes que a pesar de estar "unido" por los papeles de la Tierra, has estado siempre solo, empujando el carro que otros usufructuaban... o bien tirando del carro donde otros colocaban sus trastos o sus culos, dependiendo de las distancias... traducido: el esfuerzo y la voluntad nunca dejaron de pertenecerte,
al tiempo que los terceros inculpadores y reclameros jamás hicieron ningún esfuerzo y tampoco ejercieron voluntad alguna, mucho menos para componer el sentido de familia, de grupo o de tribu, o como quieras llamarle... porque si la voluntad no es conjunta y el esfuerzo no es grupal... todo lo que separa, finalmente aisla... mal que le pese a quien sea... y cuando la convivencia se sustenta en la violencia del desprecio, no existe el sentido ni de pertenencia ni tampoco de presencia...

bueno, sí, África significó un quiebre en mi pensamiento andino... que ya era andino antes de descubrirlo... y también hubo un quiebre anterior en mi pensamiento cosmogónico... que ya había sido descubierto a temprana edad, en plena adolescencia, allá cuando se me había ocurrido estudiar la variabilidad de las estrellas... ¿a quien se le podría ocurrir a los catorce años estudiar semejante cosa?, sí a mí... porque era inquieto hasta en la estupidez, pero ya me había dado cuenta que no era humano y que tampoco sintonizaba con este mundo de los humanos... mucho menos si estos eran argentinos... ya había comprendido que estaba incorporado a un cuerpo que semejaba ser humano, pero que en esencia no lo era, y que interpretaba un rol que estaba lejos de los humanismos declamantes pero jamás traducidos a hechos que impliquen solidaridad, misericordia o compasión con los prójimos... entonces me decidí a dar todo a cambio de poco o de nada, da lo mismo, porque siempre el ángel de la guarda que te precede se ocupa de interceder ante el destino para liberarte de estacas, de ataduras, y hasta de conjuros y magias negras... Alemania me sirvió para despertarme de golpe, porque fue allí que entendí que Egipto, el ancestral, el piramidal, el monumental, el embalsamador, el geométrico cuántico, no era humano... que sí se trataba de un legado a la humanidad, pero no era de concepción humana... como tampoco lo eran ni Teotihuacán, ni Tikal, ni Borobudur, ni Machu Pichu, ni los caseríos de Mesa Verde, ni Puma Punku, mucho menos Nazca ni tampoco Tiawanaku... luego me perdí en Austria, y más tarde en Francia, y aquella luz que se apreciaba al final de túnel, se hizo locomotora de mi tren... donde siempre había estado, tal vez en estado vegetativo de inconsciencia latente... diciéndome a mí mismo que las cosas no eran como me las habían contado, y que Blanca Polop y sus hermanas religiosas (en serio de religiosas), me habían impulsado a sumergirme en la búsqueda, y que la búsqueda conducía hacía el descubrimiento y éste a la reflexión... y si la reflexión era ejercicio, entonces se acrecentaba el razonamiento matemático, ése que siempre es crítico, que impide que compres aquello que no te venden... que impide que te vendan aquello que no deseas comprar... y poco a poco fui siendo libre de alma y cósmico de espíritu... 

sí, como te digo, fui siendo libre de alma y cósmico de espíritu... porque me quedaba claro que no pertenecía a la Tierra y sí a las estrellas, y que las mías eran tan distantes como cercanas, y que podía ir y volver a discreción con sólo desprenderme, dejando el cuerpo funcionando como autómata, pudiendo multiplicarme tanta veces como fuese necesario según me lo habían enseñado aquellos monjes tibetanos del Stupa del Itey, que tampoco eres humanos, mucho menos terrestres, y cuyo templo no figura en ningún mapa porque ellos estaban y permanecían en el mundo paralelo, contiguo a la Tierra de los humanos, pero cuyas circunstancias rara vez coinciden, casi nunca se interponen, jamás se entrecruzan porque de lo contrario darían lugar a paradojas cuánticas que nadie podría resolver, así es que teniendo presente a los monjes del Tíbet, comencé a escalar las laderas de mi propia alma, olvidándome del Everest y de los Himalayas, esos que había llegado a conocer como vaqueano en su propia tierra... y recordé las experiencias  místicas del Sahara del Ahaggar... y entendí que no se debe interferir en los destinos de nadie... y que cada uno se debe al sí mismo de sus circunstancias y que debe resolver sus propias ecuaciones, nada más... ya que no puedes dar el examen que les compete a otras almas, como tampoco es bueno copiarse soluciones que no encajan en los despejes de tus propias fórmulas... y la arena de algún oasis hizo el resto, siempre pisando descalzo... conectado a los ancestros que no se ven pero te ven... conectado a una dimensión donde el tiempo no rige porque está paralizado desde y por la eternidad vigente... y allí, dunas mediante, encontré la llave... y descubrí que ya estaba del otro lado de la puerta, una puerta que no había sido necesario abrir porque estaba fuera del tiempo humano, ése de las urgencias, los apuros, las culpas y las inclemencias... y miré al elefante a los ojos, y supe que podía ser él sin salir de mí mismo... y el elefante se sonrió y extendió su trompa para tomarme en un abrazo de unión universal...

y miré el camello y él me retribuyó con su mirada... y la experiencia se repitió... éramos espíritus semejantes transitando distintos caminos en cuerpos diferentes... pero unidos por un algo inexplicable que estaba por sobre cada uno de nosotros... entonces me reí de los dogmas, de los pragmas, de las sagradas escrituras inventadas por el medioevo eclesiástico de cristianos fundamentalistas e inquisidores, y comprendí que los anillos de compromiso no comprometen la voluntad de aquellos que parten de la premisa de la ventaja, del uso y del abuso para provecho propio, y que aún cuando juntes miles de millones de dólares en monedas y bienes, terminas yéndote tal cual viniste, esto es sin nada más que tu propia alma, respondiendo por tu propio destino, y haciéndote cargo nada más que de tu consciencia... o sea, te prestan un cuerpo para que puedas ajustarte a tu tiempo y tus hechos... y una vez concluida la tarea te vas a otro plano a seguir haciendo lo que eres... pero lo fundamental es que de aquí no te llevas ni propiedades ni monedas, no te llevas bienes materiales sino afectos sembrados y recogidos... ni siquiera te llevas placeres o sexos... así es que vuelves a tus propias fuentes y te integras a lo eres de tu propio karma...

tuve ganas de tirar el celular a la mierda... pero no hacía falta... lo que está conectado por el afecto genuino, permanece conectado desde y hacia la eternidad sin necesidad de puentes electrónicos... sí, he sido feliz en la soledad y en silencio... porque encontré que aquellos que decían estar a mi lado, jamás lo habían estado... cuando tomas consciencia de la importancia del silencio y del culto a la soledad, entonces comprendes el valor que tiene tu prójimo, un valor que no se relaciona con las palabras sino con los hechos... hacer no implica estar... hacer no implica pagar ni retribuir... hacer es abrir un portal para un tercero, conocido o desconocido, pueda avanzar en su propia trayectoria... lo demás... es una consecuencia cósmica de una conjunción cosmogónica (más que cósmica)... finalmente, la felicidad siempre había anidado en mí... por eso me alejé del Stupa del Itey viendo como la realidad cambiaba de dimensión sin que nadie de los presentes, se diera cuenta
que eso estaba sucediendo... y sucedió. AGOSTO 19, 2016.-

dedicado a mi cristal de roca.

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