miércoles, 25 de marzo de 2015

LA RUPTURA ► “Hace tiempo que no me quiero callar” | Cultura | EL PAÍS

“Hace tiempo que no me quiero callar” | Cultura | EL PAÍS



“Hace tiempo que no me quiero callar”

Caballero Bonald desgrana en Madrid las composiciones de su último libro









Detrás de esas gafas redondas, los ojos claros de José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1926) examinan con avidez todo lo que tiene a su alrededor y, mientras escucha a otros, parece estar tramando alguna travesura. Serán las secuelas del niño que fue —¿sigue siéndolo?—, ese que soñaba con ser Flash Gordon. Y del adolescente que aspiraba a surcar los mares.



"Caballero Bonald violenta la gramática para acceder a los límites del idioma. No narra, evoca. De ahí su potencia”



Anoche, en la cuarentona Librería Rafael Alberti de Madrid, la misma que un día sufrió un asalto perpetrados por ultraderechistas en la Transición, el Premio Cervantes de 2012 leyó algunos de los 91 poemas de su nuevo libro, Desaprendizajes (Seix Barral), mientras el público le escuchaba en silencio y elevaba la mirada. En la misa laica, las oraciones son los poemas y el que oficia sacude a los oyentes mientras los entona.
El hombre de barba y boina, que también escribe novelas, estaba sentado junto a una lámpara que arrojaba más a luz sobre su rostro salpicado de lunares,frente a su inseparable mujer y varios amigos, pasando con cuidado las páginas del libro. Comenzó con Prodigioso abismo: “Si te vales de los utensilios de la poesía para hacer tus propios diagnósticos sobre la realidad, ¿lograrás alguna vez lo más complejo: la concordancia entre lo insuficiente y lo absoluto?”.
El autor refrescaba su voz ronca con un trago de agua y se exaltabaContra lo unitario: “El que soy y el que fui se juntan, se interfieren a menudo y fingen ser el mismo”.
Desaprendizajes es un poemario en prosa, autobiográfico, de léxico cuidado y preciso, que interroga al lector con implacable recurrencia, mientras disecciona paisajes, acontecimientos y personajes de la vida contemporánea española, de la que él ha sido testigo. Lo terminó de escribir cuando el año pasado sufrió una enfermedad y representa una revisión de toda su obra.
Fue Antonio Lucas, poeta y periodista de El Mundo, quien presentó al autor, quien reparte su tiempo entre Madrid y Sanlúcar (Cádiz). Habló con la admiración del discípulo “y con entusiasmo lector”: “Pepe es un simbolista y un surrealista, mezclado con un romántico. Está entre los seres cívicos que uno admira por diversas cosas. Escribe, con un galope imprevisto, poemas que son una expedición. Violenta la gramática para acceder a los límites del idioma. No narra, evoca. De ahí su potencia”.
Cuando Caballero Bonald sintió que la respiración le pedía parar, dejó de leer y se dispuso a contestar preguntas, de Antonio Lucas y de los asistentes. Aclaró que no hace mucho llegó a pensar, y a declarar en actos públicos, que no escribiría más. “Porque, como el libro anterior [Entreguerras] es testamentario, pues... Pero de pronto vislumbré unos poemas dispuestos tipográficamente como si fueran prosa y me puse a ello. Además, hace tiempo que no me quiero callar”, dijo con fuerza.
Antes de que dedicara varios minutos a firmar libros, Caballero Bonald señaló que todos sus poemas son musicales. “Después años y años de escuchar música de cámara, jazz y flamenco, algo tenía que resultar, ¿no? A mí me gusta mucho la música popular. No necesariamente de España, también de otros países, aunque no entienda lo que digan”, destacó.
Cuando puso la última dedicatoria, salió de la librería a paso lento para irse a desaprender, dijo, “que es desprenderse de algo para aprenderlo de otra manera”.


el dispensador dice:
hay un momento de tu vida,
en que todo lo aceptas,
desde culpas hasta reclamos de injusticias manifiestas...

hay un momento de tu vida,
en que te quiebras,
y aquellos antes soportabas,
se repele desde tu propia esencia...

la paciencia tiene sus límites,
en especial cuando la injusticia,
devorándose el paisaje de paz y quietudes necesarias para la vigencia del alma,
invade los laberintos del espíritu,
esmerilándolo hasta oxidarlo...

allí,
ya no sólo no te callas,
sino que dices lo que piensas,
actuando en consecuencia...
y entonces,
justo allí,
la sorpresa del ofendedor consuetudinario,
que se fue acostumbrando,
a que su víctima propiciatoria,
permaneciese siempre callado,
aceptando...

cuando se produce la ruptura...
todo aquello que fue,
todo aquello que existió,
se desmorona...
haciendo de la palabra,
una espada que atraviesa,
desde la maldad opuesta,
hasta la mentira oportunista por incierta...
y cuando ello ocurre,
sólo queda... cerrar la puerta.
MARZO 25, 2015.-

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