domingo, 15 de enero de 2012

LAS ROCAS DE LA VIRGEN || Ocio y cultura Grandes reportajes - Óscar Giménez - Leonardo da Vinci en la National Gallry - JANO.es - ELSEVIER

Leonardo da Vinci en la National Gallery

Óscar Giménez



Casi medio milenio después de su muerte, el sabio renacentista ha conquistado a lo grande la capital británica. La exposición “Leonardo da Vinci: pintor en la corte de Milán”, que acoge la National Gallery de Londres, prácticamente agotó las entradas hasta final de año a las pocas horas de inaugurarse el pasado 9 de noviembre. Permanecerá abierta hasta el 5 de febrero.

Leonardo es uno de los hombres más extraordinarios de todos los tiempos. El arquetipo del hombre renacentista. Su pasión por el conocimiento en todos los ámbitos no tenía límites. Fue científico en una época en que la ciencia aún no tenía método y sus observaciones abarcaron todas las áreas imaginables. Fue pintor y escultor, pero también inventor, matemático, arquitecto, ingeniero, botánico, anatomista, músico, escritor...

No hay duda de que fue un pintor genial, pero también es cierto que fue poco prolífico. Pintó poco más de una veintena de cuadros, pero no todos han llegado a nuestros días. Además, la autoría de buena parte de ellos sigue siendo objeto de eterno debate. La exposición londinense, que ha tardado cinco años en organizarse, ha conseguido reunir nueve de esas pinturas. Nunca antes se han visto juntas tantas obras pictóricas del maestro toscano. Por lo tanto, se trata de un acontecimiento sin precedentes cuya expectación está totalmente justificada.

Junto con esas nueve pinturas, la National Gallery presenta alrededor de 50 bocetos y dibujos. Algo más de una treintena proceden de la Colección Real británica y se exponen por primera vez al público. Además, se ha reunido un buen número de obras de sus discípulos y artistas coetáneos, entre las que destacan las de Giovanni Antonio Boltraffio, Ambrogio de Predis o Marco d’Oggiono. De este último es la única que procede de España, El Salvador adolescente, que se conserva en el madrileño Museo Lázaro Galdiano.


Leonardo en Milán

La muestra abarca el período que Leonardo pasó en Milán, trabajando para Ludovico Sforza entre aproximadamente 1482 y 1499. Nacido en Vinci hacia 1452, se formó como artista en el taller de Verrocchio, uno de los más prestigiosos de Florencia. Una vez independizado de su maestro, se marchó a Milán.

Sus dos obras pictóricas más célebres no han ido a Londres. La Gioconda no pertenece al período milanés, mientras que el fresco de La Última Cena se ha quedado en el convento de Santa Maria delle Grazie de Milán por motivos obvios, aunque no lo fueran tanto en otros tiempos, puesto que cuando el rey francés Luis XII conquistó el ducado de Milán, pensó en la posibilidad de cortar el muro y llevárselo a su país, una idea que también acarició Napoleón siglos más tarde.

A falta del fresco original, una sala de la exposición está dedicada a esta magnífica pintura, con una copia en óleo sobre lienzo del mismo tamaño que pintó hacia 1520 Giovanni Pietro Rizzoli “Giampietrino” y que fue de incalculable valor a la hora de restaurar el fresco original entre 1978 y 1998. Hay que recordar que Leonardo ideó una técnica para pintar este fresco —realizado entre 1492 y 1498— que le permitiera corregir, retocar y añadir detalles cuando quisiera. Sin embargo, resultó ser un desastre y la pintura se deterioró gravemente al cabo de un par de décadas.



Vírgenes de las Rocas frente a frente

La exposición ocupa siete salas de la National Gallery y se ha organizado con carácter temático. Cada sala muestra alguna de las pinturas de Leonardo, así como dibujos, bocetos suyos relacionados con ellas y cuadros de sus discípulos u otros artistas de su tiempo.

Sin duda, uno de los grandes atractivos es ver las dos versiones de La virgen de las Rocas —la del Louvre y la de la National Gallery, esta última recién restaurada— en un mismo espacio, algo que nunca había sido posible hasta ahora.

El primer cuadro fue encargado en 1483, al poco de llegar a Milán, por la Confraternidad de la Inmaculada Concepción, pero tuvo problemas durante años para cobrar por el trabajo realizado. Al cabo de un tiempo obtuvo el derecho de hacer una copia, que comenzó a pintar una década más tarde, pero los problemas legales continuaron y los frailes se quejaron de que la obra estaba inacabada. Después de varios pleitos, en 1508 se efectuó el último pago y esa segunda versión se instaló en la iglesia de San Francesco Grande, en el lugar para el que había sido encargada. Mientras tanto, la primera versión —la del Louvre— se vendió a
manos privadas, tal vez al rey de Francia.

Su exhibición conjunta permite comprobar cómo evolucionó pictóricamente Leonardo de una tabla a otra. A partir de una misma composición, vemos que La Virgen de las Rocas del Louvre perfila más los detalles, como las flores y plantas, su gama de colores es más cálida y el paisaje del fondo es un claro ejemplo de la técnica del sfumato que ideó para simular el efecto vaporoso de la lejanía a través de contornos imprecisos. La versión de la National Gallery es de un estilo más maduro, donde predominan tonos más fríos, los volúmenes de las figuras tienen más protagonismo que los detalles naturalistas y la atmósfera difuminada del paisaje lejano es menos sutil. Además, hay algunos elementos que no están en la primera versión, como la cruz que lleva el niño san Juan Bautista y los nimbos de las figuras.


La dama del armiño y otros retratos

La dama del armiño es otra de las pinturas más famosas del maestro toscano. Ha viajado de Cracovia a Londres y retrata a Cecilia Gallerani, joven amante de Ludovico Sforza que sostiene en sus brazos al animal que simboliza la pura belleza. Leonardo consideraba que obras como ésta conmemoraban e inspiraban el amor.

Sin embargo, la belleza está más idealizada en el retrato de La Belle Ferronière, que se exhibe en la misma sala que el anterior. Es Beatrice d’Este, la esposa de Ludovico. La geometría y las proporciones ideales presiden las formas de esta pintura, con el planteamiento de mostrar una belleza mayor que la existente en la propia naturaleza.

Retrato de un músico es el único de un modelo masculino atribuido a Leonardo. Se cree que se trata del cantante Atalante Migliorotti, con quien el artista aprendió música. A esta pintura, que muestra el rostro del personaje con una partitura en las manos en el momento en que parece haber acabado de cantar, está dedicada la primera sala de la exposición.


Cristos, vírgenes y santos

Salvator Mundi —Cristo salvador del mundo— ha sido durante mucho tiempo una de las obras más controvertidas acerca de la posible autoría de Leonardo. Este óleo sobre tabla, perdido durante siglos y actualmente en manos privadas tras haberse vendido en una subasta en 1999 por algo más de 300.000 dólares, representa a Cristo bendiciendo con su mano derecha y sosteniendo un orbe de cristal en la izquierda. En los últimos años, parece haberse zanjado la cuestión sobre la autoría y su presencia en la exposición londinense como obra del artista italiano supone el espaldarazo definitivo.

También ha sido muy discutida la autoría de la Madonna Litta, prestada por el Ermitage de San Petersburgo. Esta Madonna, cuyo apellido proviene de los dueños del cuadro durante el siglo XIX, aparece amamantando al niño Jesús y ya tenía gran fama en la época en que se pintó, ya que fue copiada y versionada por un buen puñado de artistas. Algunas de esas piezas que han sobrevivido hasta nuestros días la acompañan en la exposición de Londres.

Otra obra destacable es la llamada La Virgen del Huso o La Virgen de la Rueca, que según los organizadores de la exposición tiene una parte atribuible a Leonardo y otra parte, sobre todo el paisaje, a algún pintor del siglo XVI. Se trata de un cuadro de autoría más que discutible, con al menos tres versiones existentes, obra de distintas manos. El que se expone en Londres estaba en posesión del duque de Buccleuch en su castillo de Escocia, y fue robado en 2003 por dos ladrones que se hicieron pasar por turistas. Cuatro años más tarde, fue recuperada en Glasgow.

San Jerónimo, óleo inacabado que comenzó hacia 1488, preside otro de los espacios. Leonardo representó al ermitaño arrodillado y rezando, con los músculos de su torso muy tensos, de manera que transmiten una impresión de sufrimiento y fervor espiritual. Esta obra está acompañada de unos cuantos dibujos y bocetos que ponen de manifiesto el interés de Leonardo por la anatomía humana, estudios que inició una vez instalado en Milán. Dibujos sobre las proporciones del brazo, el sistema nervioso, el cuello, los hombros o la cabeza acompañan al santo.


Lejos de Milán

La época milanesa fue la más fructífera de Leonardo, desde el punto de vista pictórico, tal como pone de relieve la muestra. Tras la conquista de la capital lombarda por los franceses en 1499, el artista se marchó de la ciudad tras haber pasado un breve tiempo al servicio de Luis de Luxemburgo. Pasó unos años en Venecia, Florencia y Roma, y volvió en varias ocasiones a Milán. Sin embargo, sus últimos años transcurrieron lejos de su tierra. El rey Francisco I de Francia le propuso ser su mecenas y que se instalara en su corte de Amboise, a orillas del Loira. Fue una relación casi paterno-filial, aunque el artista, por su edad, bien podría ser abuelo del monarca, coronado en 1515 a la edad de 20 años. Cuando se marchó a Francia, en 1516, Leonardo ya era un sexagenario de larga barba blanca.

El rey le obsequió con un caserón de ladrillos rojos, con amplios jardines, a escasos 500 metros del castillo de Amboise. El edificio donde el genio renacentista trabajó sus últimos años, inventando máquinas, observando el vuelo de los pájaros y organizando deslumbrantes fiestas para la corte, se conoce como Clos Lucé. Allí encontró la muerte el 2 de mayo de 1519.

Su entierro tuvo lugar tres meses más tarde. El cuerpo fue acompañado, según sus últimas voluntades, por sesenta mendigos portadores de antorchas. Fue enterrado en Saint Florentin, en Amboise, pero tras las guerras de religión y la demolición de esta iglesia en 1808, la sepultura se trasladó a la capilla de San Huberto, junto al castillo de Amboise.

Actualmente, se puede visitar Clos Lucé, su última morada, en cuyos sótanos pueden verse reproducciones a escala de las extraordinarias máquinas que diseñó, mientras que en los extensos jardines los visitantes pueden manipular sus ingenios a escala real, desde el primer antepasado del helicóptero hasta un carro de combate de madera, una ametralladora de cañones múltiples o una barca a pedales.

Exposiciones de las máquinas de Leonardo las hay en muchas partes, fijas o itinerantes, pero la oportunidad de ver reunida buena parte de la obra artística que ha sobrevivido hasta nuestros días, como en la National Gallery de Londres, es absolutamente única.
http://www.nationalgallery.org.uk


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el dispensador dice:  la Virgen llegó ataviada como siempre, como toda madre, lucía tal uno la imagina, algo irreproducible por mano humana alguna... empleo los sueños porque ellos son imborrables, dijo... permaneciendo de pié sobre un aire de vapores invisibles, derramando una luz distinta a la que se reconoce como tal, exhibiendo un manto indescriptible, pleno de azules con ribetes dorados, expresando una humildad maravillosa y cautivante. Había paz en su mirada, esa paz que jamás se revela entre los que viven... una paz que ni siquiera es posible imaginar... una paz que sólo se corresponde con el amor de la inocencia y con la justicia de la suprema sapiencia. ¿Qué estás haciendo con tu vida?... nada que tu no sepas... sonrisa y silencio, mirada que se cuela por los poros y llega a la médula. Vengo a anunciarte que te visitaré en breve, no como ahora... se abrirán los portales y estaremos juntos por un instante sin tiempo, fuera de la Tierra y sus gentes... que se haga como tú dices. Y se fue... y uno se queda vibrando, lleno, pero con una terrible sensación de vacío, indescriptible tanto como indescifrable... no hay nada en el espacio que pueda reproducir la sensación de estar fuera del cuerpo y del tiempo... NADA. Regresó sí... según lo anunciado. Escucha... no pronunciaré palabra, pero tú me escucharás atentamente... no agregues nada a lo que diga... sí, entiendo. He sembrado rocas nuevas en la Tierra, ellas se transformarán en almas cuando llegue el momento... dichas rocas serán cristalinas como el agua más pura... dichas rocas emanarán la energía suficiente como para limpiar el aire y los suelos, los aires y sus aguas, las aguas y sus fuegos, las esencias y los sueños... quien beba de ellas, las rocas, serán bendecidos... sin embargo, pocos las verán, y aún viéndolas pocos las reconocerán, y aún reconociéndolas pocos se atreverán, y aún atreviéndose pocos lo creerán, y aún creyéndolo pocos lo guardarán, y aún guardándolo pocos lo atesorarán en la caja de la FE... que así sea, será como dices porque así debe ser desde que el verbo se pronunció a sí mismo... sí, que así sea, según tu FE en la revelación. Volveré a indicarte el paso de la huella sin sombra... y se fue no más... nuevamente esa rara sensación de plenitud enfrentada con el vacío del mundo humano. Pisas el suelo a sabiendas que debajo hay abismos insondables... pero tal lo prometido regresó, en el lugar preciso, un concierto de convergencias y geometrías sin tiempos, sin espacios, sin... Escucha... no pronunciaré palabra, pero tú me escucharás atentamente... no agregues nada a lo que diga... sí, entiendo. Realiza un hueco en la corteza de un árbol, dos, tres, aunque no más de diez... intenta que el hueco sea en forma de bóveda... que el árbol elegido no se lastime demasiado, pero que el hueco sea lo suficientemente profundo como para colocar una imagen dentro... no es necesario que sea de tamaño importante, sí que en dicho hueco reine la FE y viva el alma, algo semejante a la masa de un pan amasado con las esencias de la espíritu traducidas en manos de sal... cada vez que termines un hueco, coloca una imagen mía (de cualquiera de mis manifestaciones, no de ésta) en su interior... no enciendas velas (te diré cuándo hacerlo, aún no es el tiempo de las prudencias ni tampoco el de las oportunidades)... y has lo propio con cada hueco posterior. No hagas todos los huecos sin primero colocar mi imagen en el primero, en el segundo y hasta donde hagas... ya que ello guarda un sentido de orden que hace al anuncio, al mensaje, a lo que sucederá luego de que esto se lleve a cabo, aquí, en el mundo... no tardes, no hay tiempo humano para hacer esto. Dile esto mismo a aquellos otros... no importa quiénes, ellos serán elegidos para atender el mensaje... si lo atienden serán bendecidos... si no lo hacen, serán entendidos. Si hacen lo que indico el mundo será salvo... si no lo hacen, el mundo será... Sí madre, será como dices. Algo pasó a través mi alma... y simplemente se fue. Estoy seguro que regresará, cuando sea que deba ser, nunca antes, nunca después. Miro las rocas desde entonces, y ya he descubierto varias... ¿a quién le importa una piedra?... no es más que eso, una piedra... ¿a quién le importa un árbol?... no es más que eso, un árbol. ¿A quién le importa...?, a mí Madre Eterna, a mí. Estás en los árboles del cerro... Enero 15, 2012.-

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