domingo, 11 de diciembre de 2011

VIAJE AL CENTRO DE LAS COSAS || El alegato humanista de los Nobel · ELPAÍS.com

CRÓNICA

El alegato humanista de los Nobel

Tomas Tranströmer, el poeta que emprendió "un viaje al centro de las cosas", recoge el premio de literatura en una emocionante ceremonia en Estocolmo

IKER SEISDEDOS (ENVIADO ESPECIAL) - Estocolmo - 11/12/2011
 
 
Con gesto cansado, Tomas Tranströmer escuchaba ayer en la ceremonia de entrega de los premios Nobel en Estocolmo el elogioso discurso de su amigo de juventud, Kjell Espmark, miembro de la Academia Sueca. Nunca parecieron cómodos ni él ni su poesía entre las estrechas fronteras del frac y otros protocolos. Entonces, Espmark dijo: "Querido Tomas". Y le invitó a recoger el galardón. Empujado sobre su silla de ruedas, se encontró en el centro del escenario con el rey de Suecia, le pasó la mano por el hombro y se liberó en su rostro una contagiosa risa.
El auditorio del Concert Hall estalló entonces en aplausos. Sonó Schubert y Tranströmer y su mujer, Monica, inseparable desde aquel ataque cerebral que arrebató al poeta el habla en 1990, sollozaron discretamente. Y por un momento pareció posible el triunfo de la literatura de un hombre solo, de un escritor ante las inmensidades más cercanas: el yo, la realidad y la naturaleza. Alguien que a base de contarse a sí mismo -en un incansable "viaje al centro de las cosas", en las palabras de Espmark- ha conseguido explicarnos lo inexplicable, nada menos que el mundo, durante medio siglo de poemas llenos de "condensadas imágenes translúcidas", como las describió el fallo del jurado.

Tres físicos enfrentados a la inasible certeza de que el universo quizá nunca acabe de expandirse; un químico perdido al final de su microscopio de electrones en un mundo desconocido de microcristales; dos profesores en busca de explicaciones al comportamiento de la inflación y el desempleo en las agitadas aguas de la macroeconomía; y un grupo de médicos que estudian el sistema inmunológico y su guerra contra los virus, el mayor de los ejércitos, completaron la nómina de los laureados en una emocionante ceremonia cuyo relato adquirió la forma de un inesperado alegato humanista.

Aunque para entonces la música ya sonase familiar. Por la mañana, las liberianas Ellen Johnson-Sirleaf y Leymah Gbowee y la yemení Tawakkol Karman habían recibido en Oslo el Nobel de la Paz en nombre de todas aquellas mujeres que se engrandecen cada día para enfrentarse a la desigualdad y sus infinitos tentáculos.

Fue un hombre de ciencia, Sven Lidin, académico encargado de presentar el premio de Química al profesor Dan Shechtman, quien sirvió la metáfora newtoniana que subrayaba esta idea: "Somos como gnomos a hombros de gigantes, de manera que podemos ver con más claridad que ellos y adivinar cosas a una mayor distancia".

Acaso no por casualidad, uno de los momentos más emotivos de la ceremonia diseñada al milímetro tuvo que ver con la más tozuda de las contingencias humanas. Llegó durante la recepción del Nobel de Medicina, compartido por Bruce Beutler, Jules A. Hoffman y Ralph M. Steinman. El último, muerto pocos días antes de darse a conocer el fallo, estuvo representado por su viuda. Investida de la dignidad del luto, recogió el premio, quién sabe si con la certeza de lo inútil de dejarse cegar por la vanidad los reconocimientos.

Eso parecía aconsejar también la burlona sonrisa que Tranströmer dirigió al auditorio para marcar el fin de la ceremonia. Entonces, los 1.250 invitados se dirigieron al banquete, prestos a descifrar la segunda incógnita del día: la configuración del menú con el que serían obsequiados. La primera fue el color de las 8.000 flores (lirios, rosas o jacintos amarillos, rojos y naranjas) que envía cada año la provincia italiana de Imperia, donde Alfred Nobel, inspirador de todo esto, murió en San Remo tal día como ayer hace 115 años.

El aniversario amaneció exactamente como lo imaginó en 1954 Tranströmer, poeta de la premonición que escribió sobre la parálisis del lado derecho de su cuerpo 16 años antes del derrame que le provocó la afasia. La descripción meteorológica procede de Epílogo, último de los 17 poemas de su primer libro: "Diciembre. Suecia es una extenuada / barca en tierra. Sus ásperos mástiles, / contra el cielo del anochecer".

De esa oscuridad invernal surgieron los helicópteros policiales, que permanecieron suspendidos sobre la ciudad, quietos como libélulas atónitas, mientras los agentes peinaban con sus perros las inmediaciones del Palacio Real y el Ayuntamiento, en cuyo salón azul, que lució rematadamente rojo, se celebró el banquete. Esta vez era algo distinta: varias manifestaciones se convocaron a favor y en contra de que Suecia sea "solo para los suecos" y obligaron a dibujar grandes rodeos para sortear los cordones policiales.

Tampoco se cumplió la tradición que dicta que en el banquete los premiados, fundamentalmente los literatos, se despachan con un discurso de enjundia. En esta ocasión tuvo que pronunciarlo Monica, esposa de Tranströmer. Nada grave; está acostumbrada a interpretar las palabras del escritor.

Y por una vez el galardonado permaneció allí, escuchando, erigido en un raro ejemplo en estos tiempos de verborrea desesperada. O como escribió el propio poeta en una de sus más bellas piezas -De marzo del '79, incluida en El cielo a medio hacer (Nórdica)-: "Cansado de todos los que llegan con palabras, palabras, pero no lenguaje, / parto hacia la isla cubierta de nieve. / Lo salvaje no tiene palabras. / ¡Las páginas no escritas se ensanchan en todas direcciones!".

 

Galería de 2011

- Literatura. Tomas Tranströmer, poeta sueco.
- Física. Saul Perlmutter, Brian P. Schmidt y Adam G. Riess, investigadores de la expansión del Universo.
- Química. Dan Shechtman descubrió los microcristales.
- Medicina. Bruce A. Beutler, Jules A. Hoffmann y Ralph M. Steinman, expertos en el área de la inmunología.
- Economía. Thomas J. Sargent y Christopher A. Sims, estudiosos de la inflación y el desempleo.
- Paz. Ellen Johnson-Sirleaf, Leymah Gbowee y Tawakkol Karman, luchadoras por la seguridad y los derechos de las mujeres en Liberia y Yemen.
El alegato humanista de los Nobel · ELPAÍS.com


el dispensador dice: el mundo humano está significativamente deshumanizado, no encuentra el foco de las cosas, por ende las lecturas que impone el curso de la realidad suelen verse sesgadas por visiones pobres, soberbias exultantes, desprecios temibles... el ser humano alcanza eventuales centros virtuales cambiando la geometría de los círculos concéntricos, desplazándolos antojadizamente para que el resultado sea el que se pretende dibujar, manipular, un resultado que nunca coincide con realidad alguna, y que contribuye a hacer más relativas las verdades angulares cuyos valores han sido tergiversados... ¿por qué se entrega un Nobel sobre economía en un mundo trabajosamente quebrado y alimentado por falsos números?... sólo las conveniencias y los oportunismos podrán brindar una explicación "inexplicable", tal como la humanidad se ha acostumbrado a aceptar como algo natural... lo inaceptable es aceptado por inducción de calamidades, al abrumar a las víctimas siempre se termina aceptando aquello que aparece como el mal menor, pero no por ello deja de ser tal (mal). Invadidos por ciencias de conveniencias, los premios van y vienen... lo importante pasa a un segundo o tercer plano, priorizándose la propiedad intelectual intrascendente, mientras tanto los valores humanos andan en caída libre... las dignidades son bienes de cambio de las pobrezas fabricadas por estados ausentes y la tergiversación de los sentidos está a la orden del día, nada diferente a lo cursado en el deterioro de cualquier imperio de los observados en la historia del hombre. Al mundo le hace falta esencias, por ende se ha quedado sin fuentes, porque éstas (fuentes) se están evaporando por el temible efecto del cambio climático y la nociva acción de raros rayos cósmicos que están alcanzando una Tierra donde lo que se está desertificando no es otra cosa que el espíritu del hombre (y la mujer). Cuando se dice SÍ el otro entiende otra cosa, y el SÍ implicado se transforma en habilitación para ser invadido, comprado o vendido, atropellado, negado, burlado y hasta expulsado... Cuando se dice NO, el otro también entiende otra cosa, y el NO pasa a significar los antojos y los atropellos de la vereda de enfrente... mientras tanto el inconsciente colectivo se acostumbra a ser violado, a ser vejado a una incierta discreción de los oportunismos del poder y de una total y absoluta ausencia de justicia humana... la leyes cambian de lugar y de espíritu según se trate de los victimarios del poder o de las víctimas de la pobreza, y tanto es así que el mundo se ha quedado sin poesía, mientras que la prosa revela un estado de morbo peligroso, mediático, vacío, expansivo y al mismo tiempo dominante a través de mecanismos sutiles. No se ven, pero están y se ejercen desde ángulos aparentemente invisibles. Hay un solo camino que conduce al centro de las cosas... de hecho no puede haber dos, ni siquiera un atajo... pero el hombre, en sus incertidumbres, opta siempre por el facilismo de Babel, de allí que la Tierra sea una Babelia donde nadie comprende lo que el otro expresa, desmereciéndolo. Al cielo llegan muchos "portadores de palabras" que al enfrentarse a la balanza de los sentidos, tiemblan por la divergencia entre lo dicho y las intenciones impulsoras, aquellos motivos que suelen ocultar daños que, de ser intangibles, pasan a ser infinitesimales para espíritus que quedan arrasados... pero en dicho punto no hay regreso, no hay más que un perdón que está por sobre lo divino, un perdón que no se resuelve con la gracia del silencio, sino que se transforma en el fuego de los daños infrigidos a terceros desprevenidos... El camino hacia el centro de las cosas guarda más NO, que SÍ... y ello debido a que las esencias y sus fuentes son únicas, no son relativas, son o no son, así de sencillo... tanto como el cielo no es infierno, y éste último es inaccesible al primero, aún cuando en los hechos aparezcan juntos, cuasi paralelos. La confusión ha envuelto al planeta humano y la poesía quiebra sus estrofas, una y otra vez, transformándolas en letra muerta de espíritus vivos... No hay premio en el genio, como tampoco lo hay en la sabiduría... hay una gracia cierta que demanda un don genuino que debe revelarse como talento recurrente ante el otro, el prójimo desconocido, ya que sin él no hay puente, por ende mucho menos afectos... El único premio que admite el espíritu es la luz que se produce cuando confluyen la palabra y la intención en el mismo punto, no dejando lugar a dudas de la intencionalidad genuina del alma pronunciante... si esa luz no existe, todo lo demás pierde importancia y es ganado por las tinieblas, aún habiendo alcanzado un aparente resultado "positivo", positivo de circunstancias pero distante del centro de aquellas mismas cosas. Cuando no puedes ver del otro lado del muro, las densidades ganan la incomprensión como eje de sentimientos... y el muro se acepta, y permanece, perdura en su sentido discriminatorio que acude por igual a las partes, de uno u otro lados. Finalmente la Tierra es una esfera cuando procede de las esferas del pensamiento colectivo... hoy, la Tierra es cuadrada, cúbica, rodeada de abismos donde la palabra apenas es un ángulo contrapuesto a la intención... y la balanza del libro de la vida, es ciertamente inapelable, las divergencias de los destinos son inaceptables tanto como las paradojas del oportunismo lo son. El ser humano sin humanismo no está en ninguna escritura sagrada, como consecuencia tampoco tiene lugar en cielo alguno... y en ello, Dios y sus ángeles y sus consciencias están en concierto desde la eternidad y de cara a ella, más allá de los llantos, los reclamos, los pedidos de piedad, las rodillas y cualquier otra demanda propia de los apuros y sus otras mentiras. Diciembre 11, 2011.-
Dedicado a: los habitantes de Guerrero en México.
Dedicado a: José Ramón Santana Vázquez y sus horas rotas.
Dedicado a: el mundo de los anónimos y los desconocidos, esos que no ocupan renglón alguno en la reflexión que insulta la inteligencia pública de los muchos

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