domingo, 6 de noviembre de 2011

POR LAS FUENTES || Volver a las fuentes - 04.11.2011 - lanacion.com  

Arte / Muestras

Volver a las fuentes

Gabriel Baggio aplica a sus obras los oficios y saberes que aprende de generaciones previas, en un intento de rescatarlos del olvido y de la fiebre del consumo masivo
Por Julio Sánchez  | Para LA NACION


Dado que una imagen carece de cuerpo, necesita un soporte para poder cristalizarse. La historia de las imágenes ha sido siempre también una historia de sus soportes, es decir, una historia de la pintura, de la escultura, del grabado o de la arquitectura, y así. Éste es uno de los conceptos que desarrolla el teórico alemán Hans Belting en su Antropología de la imagen y que se asoma con claridad en las obras de Gabriel Baggio en la Fundación Klemm. Ganador del prestigioso premio Klemm 2009 con un intrincado entramado floral de cerámica, Baggio tiene la oportunidad de mostrar gran parte de su producción en una muestra, que denominó Elogio de la profanación , en paralelo con el premio Klemm 2011, que se presenta en la fundación el martes próximo.

El artista porteño, nacido en 1974, elige una imagen y la desliza por el cuerpo de la pintura, el de la cerámica y el de la madera. Antes, esa misma imagen pudo haber pasado por una bandeja de lata o un mantel bordado por su abuela. En este sentido, Baggio es un verdadero antropólogo de la imagen.

Por otro lado, surge la cuestión central del aprendizaje. En la recreación de un rincón de la casa de sus abuelos hay un televisor donde se pasa revista a varias performances del artista, que rescata antiguos oficios y saberes que se transmiten de boca a oreja, de maestro a discípulo. Así, Baggio aprendió la receta de sopa de verduras de su madre y su abuela, ambas judías; el picante de pollo de una señora boliviana; supo cómo se teje una agarradera al crochet, cómo se fabrica una olla de cobre batida y cómo se recorta con minucia la madera de una taracea. Hace hincapié en el esfuerzo y la disciplina que requiere el aprendizaje (algo devaluado entre las generaciones más cortoplacistas) y a la vez alienta el contacto con personas mayores, que atesoran oficios o saberes que podrían desaparecer arrollados por la industrialización abaratadora de costos.

Baggio conceptualiza su obra a través de la habilidad manual. Rescata las herramientas de su abuelo carpintero y ebanista emigrado del Véneto, las exhibe como tesoros y las replica en cerámica dorada, como invistiéndolas con el aura sagrada de un mosaico bizantino. Esta veneración por los mayores se evidencia en la copia que hace de un cuadro del pintor véneto Tullio Dotto, que a su vez copió la famosa Tempestad de Giorgione, pintor renacentista nacido en Castelfranco, pueblo natal de Dotto y del nono Baggio. Dotto se esforzó por captar el clima de Giorgione, nuestro artista no: prefiere témperas brillantes, casi pop, alejadas de las penumbras del Renacimiento; sigue la tradición de sus antecesores, pero aporta su lenguaje personal.

Sin grandilocuencia, Baggio inspecciona el pasado de su familia italiana y judía, captura el detalle de un motivo floral impreso en una bandeja de té, de lata, bien cotidiana; luego lo recrea, lo agiganta, lo hace explotar de brillos en una cerámica de dos metros de ancho. La operación es también una dialéctica entre el pasado remoto en la casa de los abuelos y el presente. Seguramente, aquélla era una bandeja de bajo valor económico, pero de valor afectivo superlativo; no importa cómo son las cosas, sino cómo uno las recuerda.

Siguiendo nuevamente a Belting: "La distinción entre imagen y medio nos aproxima a la conciencia del cuerpo, las imágenes del recuerdo y la fantasía surgen del propio cuerpo como si fueran un medio portador viviente; esta experiencia suscitó la distinción entre memoria ( Gedächtinis ), como archivo de imágenes propio del cuerpo, y recuerdo ( Erinnerung ), como producción de imágenes propias del cuerpo".

No es difícil imaginarse a un niño visitando a su abuelo, inmigrante italiano, un alquimista que convertía en joyas las maderas que entraban a su taller, junto a una abuela que con su bordado transformaba inmensas telas blancas en manteles multicolores. Gran parte de estas obras son una manera de restaurar y recuperar un pasado familiar, de devolverle el esplendor que tuvo en la infancia.

Ficha. Elogio de la profanación de Gabriel Baggio, en la Fundación Klemm (Marcelo T. de Alvear 626), hasta diciembre. Presentación del XV Premio Klemm 2011: martes 8 de noviembre, a las 19.
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el dispensador dice: todo lo que deviene del verbo causal tiene vida propia, aún cuando el hombre crea poseer el don de dominar el concierto natural y sus circunstancias, nada está más alejado de la realidad que dicha consideración... aún cuando el hombre pretenda en erigirse como dueño de su tiempo, en verdad es él (hombre) quien está sometido a un lapso inexorable que le impone la finitud, la caducidad de su tiempo respirable... ningún hombre es dueño de nada, ni siquiera de su cuerpo, el que perderá irremisiblemente para regresar a su estado de espíritu. Las fuentes de las cuales se nutre el mundo que ha sido concedido en algunos de sus espacios para el ser humano, se vinculan con las esencias y sólo con ellas... la necesidad de agua hace que el hombre acuda a aquello que el considera fuentes, pero en realidad se trata de oasis donde el hombre en sus desesperaciones no sabe lo que bebe... reconoce el agua, pero no sabe que hay en ella... si es agua buena o si es agua mala... desconoce qué contiene y por ende no sabe si aquella agua saciará su sed o amargará su vientre y contaminará su espíritu. Pero las fuentes tienen vida propia, y cuando se ven amenazadas por las avaricias y otras angurrias, simplemente se sumergen a profundidades insondables, inalcanzables para la irracionalidad del hombre y sus eventuales infiernos. Las fuentes tienen el don y la gracia de preservarse a sí mismas... salvarse de las desidias y las segundas intenciones, y al mismo tiempo pueden aparecer y desaparecer a discreción, asistiendo al "elegido" para que beba por un instante, e inmediatamente esfumarse como si nunca hubieran existido. Sólo el humilde puede saciar su sed en una fuente genuina... los demás ansiarán beber una y otra vez para nunca saciarse, siguiendo el curioso sentido de las espirales del purgatorio: "beberás, pero querrás beber otra vez, y otra, y otra... y lo seguirás haciendo, hasta que aprendas que la sed no se sacia con el agua". De hecho, los elegidos pueden vivir sin beber una gota, ya que la sed les ha sido saciada antes de su nacimiento, envueltos por el segundo manto... y tanto es así, que las fuentes sólo contienen esencias y conservan intactos los sentidos de ellas, de cada una de ellas, de los elementos, de los ángulos y sus otras geometrías, del número primordial y sus intrínsecas ecuaciones, del espacio y del plano, del cristal y de la roca, del sonido y del silencio, del pentagrama y el ascenso. Todo aquello que por conveniencias toma distancia de las fuentes, termina consumiéndose a sí mismo, evaporándose a la vista de los hombres y sus momentos... más tarde o más temprano lo hace o lo hará. La vida que se le concede al hombre es en esencia simple, sencilla, de una fácil doble faz... al incorporarle el ingrediente de la intencionalidad, dicha vida adquiere relieves donde las fuentes no tienen lugar, de allí la incesante sed, recurrente con las miserias y sus otras pobrezas... si no comprendes como se esparce una "flor del panadero", mucho menos comprenderás el valor de las fuentes... cuando aquellas miserias invadieron Yucatán... las fuentes se sumergieron fundiéndose incluso con el mar, sin dejar de ser tales, pero el hombre que las pretende no sabe cómo ello sucede... de allí que el quiché haya corrido hacia los umbrales, ingresando a sus fuentes ancestrales para no regresar, dejando la confusión a merced de las interpretaciones funcionales... de allí que los antiguos no hayan muerto, y hayan optado por mezclarse con sus fuentes antes que entregar sus dignidades a cambio de una pizca de sal. Hoy, las fuentes están más sumergidas que nunca antes... y lo que el bebe el hombre ya no es agua, no la del verbo, tampoco la de la creación... y eso es lo que mantiene enferma a toda civilización humana... cuando dejas de ser niño para ser voluntad del desprecio, el calor evapora las fuentes, y lo que bebes no es otra cosa que la arena de los desiertos que se incorporan al alma para  esmerilarla y consumirla... la gracia está en la fuente genuina, sólo en ella, no fuera de ella, no por sus lados, sólo en su seno, porque ella pertenece al manto, y sólo a él. Noviembre 06, 2011.-
"... la semilla no reside en lo que ves con los ojos, apenas si puede ser alcanzada por el alma".
"... despréndete de tus cargas, libera tu alma hacia el mañana necesario, ése que te espera por la gracia del nacer".

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