viernes, 18 de noviembre de 2011

PASAJES || Entre la vida y la muerte - 18.11.2011 - lanacion.com  

Entre la vida y la muerte

En La acabadora, la italiana Michela Murgia narra con maestría la historia de una inquietante mujercuyo trabajo consiste en ayudar a morir

Por Willy G. Bouillon  | LA NACION
 

Las costumbres ancestrales cincelan buena parte de la vida cotidiana del pequeño pueblo de Soreni, en Cerdeña, donde se desarrolla La acabadora , que transcurre en la segunda mitad del siglo anterior. Tres de esas arraigadas usanzas configuran el eje de la narración: la file'e anima (hija del alma), la petición de gracia y el oficio de la acabadora. Las dos últimas son complementarias, porque la petición la formula un enfermo en etapa terminal -o sus parientes, si él no está en condiciones de hacerlo- para que entre en acción la acabadora, que es quien, tras una escenificación ritual, será la encargada de poner fin a una vida. No se trata de otra cosa que la llamada eutanasia o muerte digna, de sostenido debate últimamente.

La historia se inicia cuando, debido a la pobreza de una familia que ya no puede mantener a sus cuatro hijos, una madre decide aceptar una solicitud de adopción. Así, a los seis años y sin ninguna explicación, que por otra parte no podría haber comprendido, Maria Listru cambia de apellido y empieza una nueva vida. Se habían asociado para ello aquellas dificultades económicas de sus padres y el deseo de Bonaria Urrai de paliar su soledad, que duraba ya veinte años. Sin embargo, la niña, para quien es imposible rechazar el acuerdo, encuentra compensada toda pena al descubrir que en la cómoda casa tendrá por primera vez una habitación propia y accederá al hasta entonces desconocido lujo de cuatro comidas diarias.

La anciana Bonaria tiene un buen pasar gracias a que es la única modista del pueblo, pero además de ese oficio desempeña otro, igualmente exclusivo, aunque de carácter indescifrable para la niña, pese a su aguda inteligencia y capacidad de observación de hábitos y actitudes. Un par de años después, empiezan a intrigarle las periódicas salidas nocturnas de su nueva madre , vestida de negro, y cuyo regreso recién tiene lugar al alba. Durante el día, se entera de que siempre alguien ha muerto en el horario en el que Bonaria estuvo ausente. Sin poder precisar exactamente qué es lo que hace, termina por relacionar una cosa con la otra y más aún cuando, ante su insistencia en obtener una respuesta, Bonaria le dice algo aparentemente enigmático, pero que no lo es: "Siempre hay alguien que nos ayuda a nacer y siempre alguien nos ayuda a morir".

Nada más habría que decir de los episodios que se desarrollan en esta obra, de sus detalles y de la perfecta e inquietante circularidad que exhibirá al final. Sí puede señalarse un aspecto de otra índole: el innegable talento literario de Murgia -nacida en Cerdeña en 1972-, que luce poderoso y envolvente, y la sitúa entre los grandes autores actuales. Por su capacidad para articular elementos, episodios, diálogos y personajes, su modo de ajustar magistralmente las piezas y de instalar, en forma subyacente, una reflexión sobre la muerte cuya originalidad resulta poco habitual en textos ficcionales que han tratado el tema.
La acabadora
Por Michela Murgia
Salamandra
Trad.: Teresa Clavel Lledò
192 páginas
Entre la vida y la muerte - 18.11.2011 - lanacion.com


el dispensador dice: mientras dos médicos y cuatro enfermeras daban vueltas alrededor de la paciente, al pié de la cama del hospital había más gente esperando, al tiempo que uno más esperaba en la puerta de la habitación... curiosamente, varios de ellos no eran vistos, no eran tenidos en cuenta por los apuros y sus ocupaciones. Los profesionales del arte de curar se miraban entre sí, al tiempo que dos de las enfermeras dirigían sus ojos "buscadores" hacia los rostros de los médicos, ninguno de ellos hallaba una clara explicación de lo que sucedía... a veces la ciencia sucumbe ante una realidad que trasciende lo humano... pero en verdad no es la filosofía de la ciencia lo que se hunde ante la ciurcunstancia, apenas lo es la ciencia como técnica o procedimiento, mientras los fundamentos filosóficos permanecen incólumes ante los orígenes de la pronunciación del verbo causal al cual pertenecen por eco de eternidades. El que mira apasible desde la puerta, en silencio, no es otro que el ángel de la guarda del alma que parte, aquel que siempre está presente, tanto para la luz de la gracia, como para el regreso hacia la gracia de la luz... los que están al pié de la cama, son ancestros (distintos) habilitados para facilitar el "pasaje", el tránsito que despeja las densidades corporales y eleva el espíritu a una pradera a la que se accede luego de atravesar largos túneles umbilicales... no siempre los ancestros pueden llegar hasta aquí... la mayoría de las veces permanecen esperando justo detrás del último paso del último de los túneles. Dos de las enfermeras que asisten sin participar demasiado, ayudan con su presencia el despeje del cuerpo, siempre hay alguien que te ayuda a llegar, a nacer, a comenzar a respirar luego del baño de madre... así como siempre hay alguien que te ayuda a partir, a dejar atrás las cargas de la vida, perder consciencia respirable para devolver el alma a su verdadera vida, esa misma donde no hay óxidos ni tampoco dolores. A veces no hace falta hacer algo concreto para contribuir al hecho en sí mismo, alcanza con estar presente... dicha comunión también es una gracia y como tal expresa ángulos de los sentidos que contiene el verbo, ése mismo que nos trae. El alma se despega, se ve a sí misma en el lecho y rápidamente comprende que ha regresado a su estado de espíritu, en ese mismo instante cuando los apuros envuelven a médicos y enfermeras, el alma aprecia que está acompañada de entidades que reconoce... se ha despojado sus mochilas... es tiempo de ascender al modo de la oración, escalando los conductos que nos conectan con la eternidad. No se puede mirar hacia atrás. No se puede intentar explicar nada a nadie de los que han quedado detrás... en los ámbitos del espíritu no hay adelante ni tampoco detrás, sencillamente no hay tiempo, tampoco aire, sí aguas cristalinas distintas a las conocidas en el mundo de las tangibilidades virtuales... sí colores que se empastan con las obras de los vivos y mucho más con sus segundas intenciones. El ángel de la guarda ayuda a entender que alma y espíritu deben confluir hacia la consciencia, ya que son uno solo, la misma cosa, indivisibles en la inocencia, sólo en ella. Así, quien termina en realidad comienza... y quien comienza, en verdad termina. Curiosas visiones de las simetrías del universo inexistente, ése que sólo asume condición para recibir nuestro tránsito paralelo. Dando forma a una huella que luego será vapor de olvidos... justo donde ayer se convierte en mañana. Noviembre 18, 2011.-

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