sábado, 5 de noviembre de 2011

EL OTRO ARTE || El arte de los zares inunda El Prado · ELPAÍS.com

ESPAÑA-RUSIA, UN VIAJE DE VUELTA

El arte de los zares inunda El Prado

VICENTE VERDÚ 05/11/2011
Peine con escena de batalla
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Peine con escena de batalla. Colección siberiana de Pedro I (s. IV a. C.- B. P.
Como devolución de la triunfal visita de los tesoros del Prado a San Petersburgo en febrero, el museo del Hermitage instala 180 obras de sus colecciones en la pinacoteca madrileña: un nuevo capítulo del Año Dual España-Rusia

Una visitante contempla la Composición VI de Kandinsky
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Una visitante contempla la Composición VI de Kandinsky, en la sala de pinturas del siglo XX. - BERNARDO PéREZ
El Hermitage en el Prado es la correspondencia en Madrid de otra exposición, El Prado en el Hermitage, que se celebró a comienzos de este año y se prolongó hasta la primavera. Una y otra visita, más allá de la mera cortesía diplomática, forman parte de las varias celebraciones del llamado Año Dual entre ambas naciones y de cuyos fastos el acontecimiento más espectacular lo constituyen, sin duda, estas dos ricas muestras de arte cruzándose de aquí para allá.
        España

        España

        A FONDO

        Capital:
        Madrid.
        Gobierno:
        Monarquía Constitucional.
        Población:
        46.157.822 (est. 2008)
        Rusia

        Rusia

        A FONDO

        Capital:
        Moscú.
        Gobierno:
        República.
        Población:
        140,702,094 (est. 2008)

      La muestra viaja del siglo V a. C. a las vanguardias del siglo XX La exposición de los tesoros del Prado en el Hermitage atrajo a 650.000 personas

      En San Petersburgo, el envío de El Prado atrajo a 650.000 personas, el mayor número de visitantes en toda la larga historia del Hermitage. Esta exhibición de El Prado que se inaugura al público el próximo martes y se extenderá durante los siguientes cuatro meses y medio puede constituir otro gran éxito de público, gracias a Dios. Gracias a Dios y a la inteligente política de su director, Miguel Zugaza, que asumiendo las bondades del márketing y la importancia de la sociedad del espectáculo, se ha trazado una trayectoria museística que busca aumentar el protagonismo de la institución, estimular el interés general por la pintura y abrir las puertas a un público tan amplio como heterogéneo, sea formado por excursionistas o por madrileños, atraídos todos por la fiesta de lo espectacular. Las colas se dan ya por garantizadas.

      Casi 180 obras componen la muestra y no son todas, efectivamente, del mismo valor pero reunidas y ordenadas brindan una oferta amena, tan variada como ambiciosa.

      Variada porque discurre desde la orfebrería más elaborada al mítico Cuadrado negro, solo un cuadrado negro, el cero absoluto de Kazimir Malévich (Kiev, 1879-Leningrado, 1935). Y ambiciosa porque se afana tanto en hacer desfilar piezas relacionadas con la historia misma del museo de procedencia como de varias sobresalientes que cruzan los muchos caminos de la pintura universal.

      Están presentes los retratos de Pedro el Grande, Catalina la Grande y Nicolás I, de cuyas colecciones proceden la mayoría de los fondos del Hemitage. Pero también puede contemplarse la pintura del propio complejo de palacios que trenzan el museo y varios lienzos de Benjamin Patterson (1748-1815), artista sueco y pintor oficial de la corte imperial, donde se plasman algunas vistas de la ciudad de San Petersburgo construida bajo el reino de Pedro el Grande en 1703 tomando los modelos de París y Amsterdam: una capital levantada sobre las riberas pantanosas del río Neva que fluye como una estela de plomo a los pies del majestuoso Hermitage.

      Francia fue tan ejemplar en esos tiempos del siglo XVIII que el Hermitage no solo adoptó un nombre francés sino que llegó a albergar la biblioteca completa de Voltaire.

      De tal veneración por lo francés se halla repleto el museo tanto en piezas decorativas firmadas por el joyero Carl Fabergé, autor del exquisito Vaso de flores, en cristal de roca, oro y diamantes, como el puñado de obras que también firman Monet, Cézanne, Matisse, Léger o Gauguin.

      Otras selecciones generosas son las del San Sebastián de Tiziano, el Tañedor de laúd de Caravaggio, el Almuerzo de Velázquez y dos obras, Retrato de un estudioso y Caída de Haman de Rembrandt, etcétera.

      Efectivamente la enumeración de este apabullante caudal, nombre a nombre, puede ser pesada y no decir mucho a quien no sea un verdadero especialista pero, sin necesidad de serlo, siendo tan solo un amante del arte, el Museo del Prado presenta ahora la ocasión de una experiencia magnífica para atraer a los curiosos con alguna sensibilidad en el organismo. De hecho, no necesitan exaltación algunas obras de estos autores ya míticos, como una seña emblemática de la pintura abstracta la visita se hace por sí inolvidable, en mi opinión, ante la Composición VI de Kandinsky.

      El par de buenísimos cuadros de Picasso, el bello de Cézanne y el de Gauguin, los juegos más bobos de Delaunay-Terk, Morandi o Léger, son acompañados, y en varios casos desbordados, por la imponente obra de Kandinsky que justificaría, con o sin mi subjetivo apasionamiento, la entrada a la exposición de El Hermitage en el Prado.

      Hay dibujos de Durero, de Rubens, Watteau o Ingres, un boceto en terracota de Bernini y una pieza de mármol de Antonio Canova. Hay otras decenas de obras atractivas pero, con todo, es difícil quitarse de la cabeza la soberana obra de Vasily Kandinsky (Moscú 1886- Neuilly sur-Seine 1944) que, pintada al óleo sobre un lienzo de 194 x 300 centímetros, supone el arranque del breve pero espectacular recorrido por la sala de pinturas del siglo XX.

      Cada cual tiene sus preferencias, efectivamente, pero hay oferta para todos los gustos. El esfuerzo de trasladar un seleccionado fragmento del promiscuo Hermitage a España tras el regalo temporal de un trozo del Museo del Prado a tierras rusas, sirve para entender de qué modo un buen patrocinador, el BBVA, y unos avispados directores de museo, como el ruso Mikhail Piotrovsky y el español Miguel Zugaza, hacen posible que el arte cree suceso y, a partir de ello, el gozo de una multitud que sin duda culminará la idea contemporánea de toda la cultura.
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      el dispensador dice: existió un arte eminentemente cultural, de base social, común al conjunto comunitario, donde los artesanos eran considerados intérpretes de las voluntades de los dioses, dioses que por entonces formaban parte de la vida de los pueblos, ubicándose en un plano de igualdad con sus rutinas, indicando las sendas y abriendo caminos a través de sus mensajeros, los chamanes... mucho más que brujos de las tribus. De allí que a pesar de haber sido literalmente y prácticamente arrasadas las culturas nativas prehispánicas, han dejado legados inmortales que exceden las capacidades de admiración actuales. Artes donde el hombre comulgaba con las voluntades de la piedra, artes donde el hombre se traducía reluciente en la manipulación de los oros que no tenían valor moneda sino que expresaban el vínculo del ser humano encarnado con sus ancestros y sus regentes... artes donde la rutina se traducía a las fibras de los tejidos, artes donde el hombre era parte de la naturaleza que lo alimentaba... el hombre de entonces escribía distinto porque su visión del mundo transportaba ideas antes que frases de oportunidad, los jeroglíficos y los ideogramas demuestran cuán consubstanciados estaban los extremos y sus lógicas. Claro está, imperaban distintas razones que poco tienen que ver con el "mundo de sacrificios" que inventaron los conquistadores a efectos de ocultar sus tristes miserias imperiales venidas a menos... lamentablemente la conquista no fue otra cosa que el encuentro de dos mundos en decadencia, por motivos distintos, pero decadentes al fin... a uno, el europeo, desesperado por hallar con qué salvar reinos quebrados... el otro, el americano, por estar consumido por vanidades de reyes que se vendían como dioses cuando no eran más que oportunistas que habían quebrado los ejes culturales ancestrales. El precio que se pagó  fue demasiado alto... América cultural sucumbió masivamente a las miserias de la inquisición transplantada a un continente que no entendía de segundas intenciones y que se sustentaba en los silencios comunes al trabajo de la comunidad. Europa venía acostumbrada a atender a reyes esencialmente pobres de alma y de mente, reyes que cultivaban los desprecios y los atropellos, así como las obsecuencias y sus falacias, lo cual se traducía en artes de conveniencias... el valor del arte era buscar la sintonía con la satisfacción de los poderes. Los artistas permanecían olvidados y denigrados hasta que el rey y sus príncipes los compraban asumiéndolos como propios, de su pertenencia. De allí que el genio artístico europeo haya sido construído en el dolor del olvido y sus ausencias... siendo así que la mayoría de las expresiones artísticas se produjeron en exilios cortos y/o largos, en anonimatos descubiertos por las conveniencias de galerías que venden un genio que apenas si podía comer en su tránsito por la vida... idéntica estrategia a la sostenida por los claustros eclesiásticos e incluso por la mafia de los Médici, filosofías del sometimiento y la esclavitud de sociedades atrasadas basadas en la pobreza de los otros, de los prójimos. Los oros vaticanos expresan penas y pobrezas, sufrimientos exacerbados hasta el hartazgo y en sus pinturas emanan temibles padeceres, propios de los miedos impuestos como método de dominación de las voluntades y el sometimiento de las dignidades... nada distinto a lo penado por un Galileo... nada distinto a lo expresado por el exterminio de la escuela ptolomeica. Cuando el arte pesa y puede sentirse el dolor en sus fibras, deja de ser arte para traducir la liberación de los espíritus consumidos... muy distinto a lo que se recibe del arte ancestral americano, lleno de Dios y pleno de naturalezas. El arte de los zares duele, y eso es lo que dicen sus creadores en cualquiera de sus expresiones... el arte americano contiene las vibraciones de Dioses comulgantes con sus súbditos humanos... hombres que sabían descubrir el sentido del vuelo del águila, de la sigilosidad de los osos, de las habilidades del coyote, y hasta de los colores hablantes del quetzal... Noviembre 05, 2011.-
      "... el oro no es moneda, apenas es portal hacia a los umbrales de Dios como unidad del pensamiento y como fuente, cascada del ideario de la comunidad".
      "... las sabidurías no se ornamentan, se cultivan en la humildad de sus portadores".

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