martes, 4 de octubre de 2011

SALPICANDO


el dispensador dice: se suele restar importancia al paso, a la huella, al suelo que se pisa, con qué se lo pisa, qué hay por delante y qué se va dejando atrás, en lo inmediato y en las distancias... se suele caminar como se respira, inconscientemente... se va hacia... a veces parece suficiente, muchas otras no lo es... a veces se cree saber dónde está el horizonte buscado, muchas otras no se lo encuentra ni aún esgrimiendo empecinamientos... este tiempo, el que transitamos como individuos, como grupo, como pueblos, como culturas, como sociedad, se muestra intensamente denso, expresado a través de bienestares y comodidades que pertenecen a pocos y que aparecen retaceados a la mayoría de los prójimos. Las inequidades no son buenos indicadores sociales, pero intrínsecamente alientan más inequidades, desprecios desde los pocos hacia los muchos, desde los que tienen acceso hacia aquellos que no lo hacen, estableciendo una estrategia consistente en desprecios varios, ignorancias múltiples, distancias que impulsos disimulos y estos últimos (disimulos) que promueven las distancias... curiosamente, eso afecta a las personas, y desde ellas se afectan los vínculos, las capacidades para insertarse en un medio, dimensionarlo y entenderlo, para luego, una vez comprendido... agregarle valor en la medida necesaria a mejorar lo contenido. Curiosamente, las personas van asumiendo como buenas muchas conductas que no lo son... y el estado bienestar y sus comodidades motivan que se quiebren puentes tales como la tolerancia y la comprensión. La agresión como respuesta podrá no expresarse pero reside en el alma las personas, allí va acumulando fuerzas hasta transformarse en incompresiones, odios, necedades y negaciones. Esas conductas, además de desmerecer al propio individuo, afecta al entorno inmediato ejerciendo un efecto multiplicador de alcances desconocidos, pero tangible en efectos que se traducen como capacidades de daño. Y el daño flota en el aire que lo respira, luego se impregna en los espíritus que lo sintetizan en oxígeno... y los vínculos se rompen, los puentes entre las personas se quiebran, alentando oportunismos y ventajas propios de la "apropiación" del sentido de las circunstancias... y el beneficio individual instala el daño general concomitante a no pensar en el prójimo, arrasando con el sentido de comunidad que termina siendo una esencia de esencias, ya que el hombre no es nada sin su comunidad, sin su tribu, sin el sentido de pertenencia a su línea de ancestros y la otra, la siguiente, la de las herencias, aquel que nace a partir del paso presente. Es necesario comprender y asumir que cuando se camina en suelo firme, en arena, en polvo, o entre charcos, el paso descuidado conlleva salpicaduras... hacia el sí mismo y hacia el ajeno, prójimos que caminan en paralelo o tangencial al recorrido. La generalización de conductas que salpican produce un daño que se multiplica afectando a conocidos, primero, para luego extenderse antojadizamente hacia desconocidos que se van sumando a la cadena... Cuando se camina acompañado por la paz del espíritu, cuando la tribu camina acompañándose en la paz de todos sus espíritus, cuando la comunidad camina acompañándose en la paz de la cultura de sus almas, el día y sus afanes asumen otras características que lo distinguen... lo hacen por calidad y por condición, por esencia y por comunicación. El hombre parece no entender que telefonía celular no es sinónimo de comunicación... por el contrario, la electrónica está dejando al descubierto cuán quebradas están las relaciones entre las personas, lo cual revela que la incomunicación también produce salpicaduras, invisibles sí, pero que afectan a los involucrados por igual.  El mundo humano está salpicado... y las evidencias son muchas. Indudablemente, cuando se transitan sendas con muchos charcos, si no se transita con precaución las salpicaduras ensucian al propio cuerpo tanto como a los ajenos... y cuando los prójimos coinciden en correr salpicando, o bien correr evitando las salpicaduras de los otros, todos sin excepción terminan salpicados. Traducido, quién siembra daños, no puede pretender recoger coherencias... y cuando ellas se tornan reticentes, el daño asume una geometría incontenible. Octubre 04, 2011.-
cuando se pronuncia una palabra pero se guarda una intención que niega lo que se pronuncia... se establece un daño, no se ve, es invisible... pero el daño flota y se enquista en el alma de algún inocente... curiosamente, el que pronuncia una contradicción (lo que se dice no revela lo que en verdad siente), establece una paradoja que destruye el puente de los vínculos... y el daño será irreparable ya que los sentimientos y sus sentidos no se reparan con parches.
cuando quien escucha, desatiende lo que se le dice despreciando el sentido de la palabra expresada por el prójimo, destroza el hilo de plata que une los espíritus de las personas, asentando un daño cuyos alcances toman por asalto a la misma comprensión, destruyendo los sentidos de los sentimientos. Tampoco se ve, pero con una pizca de sensibilidad, se siente... se identifica claramente que aquello que fue dicho, no fue lo entendido... y que un sí, puede ser el peor de los "no".

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