martes, 19 de julio de 2011

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Poesías de un náufrago entre escorpiones · ELPAÍS.com: "Poesías de un náufrago entre escorpiones
Galaxia Gutenberg publica 'Tierra inalcanzable', antología del polaco Czeslaw Milosz, poeta exiliado y premio Nobel de literatura en 1980

TOMMASO KOCH - Madrid - 18/07/2011

La vida de un náufrago en una isla desierta no es exactamente envidiable. Si además de la soledad y la comida escasa, en vez de la arena blanca y las palmeras caribeñas de las películas estadounidenses, el hombre está rodeado de escorpiones, la cosa se pone complicada. Cuando, para colmo, el pobre tipo es poeta y la única manera que tiene de comunicarse con sus lectores es fiando sus composiciones a un papelito encerrado en una botella que desafía el océano, se puede imaginar la desesperación del personaje en cuestión. Exiliado en Francia y luego en EE UU, censurado en su patria (y tan odiado por ambos bandos políticos de su país -nacionalistas conservadores y comunistas- que una de sus obras se titula Hombre entre escorpiones), el poeta polaco Czeslaw Milosz reflejó su sufrimiento en una trayectoria literaria que le convirtió en uno de los protagonistas de la poesía europea del siglo XX y le llevó al premio Nobel de literatura en 1980. Galaxia Gutenberg / Círculo de los lectores publica ahora, en ocasión del centenario de su nacimiento, Tierra inalcanzable, antología amplia del poeta polaco.

'En el fondo Milosz no estaba interesado en la política, pero por un curioso fenómeno de Polonia es la política la que acaba interesándose por ti', explicaba Adam Michnik, historiador y periodista del mismo país, en la presentación de la obra en el madrileño Círculo de los lectores. En 1948 el recién instalado régimen comunista exigió fidelidad a los escritores pero Milosz se negó. Su apellido fue entonces eliminado de todos los manuales del país, y su huella fue tachada de la memoria nacional. El autor emigró a Francia, aunque unos años antes, en 1946, le había dado tiempo a publicar su primer (y durante décadas último) tomo de poesía en Polonia, con el paradójico título de La salvación.

Desde París, y a partir de 1959 desde Estados Unidos, Milosz siguió escribiendo en polaco, lengua a la que se sentía enraizado y creía que se encontraban sus lectores naturales, pese a que su país le había abandonado. 'Pero su obra solo era publicada por las editoriales polacas de la emigración, por lo que tenía la impresión de escribir en un idioma incomprensible y de que nadie le leyera', recuerda Michnik, quien conoció personalmente al poeta -Milosz se reconocía sobre todo en la poesía aunque también escribió prosas y ensayos- en 1976. 'En su patria sufrió una censura total, a priori, hablara de lo que hablara', asegura el historiador.

No sorprende por tanto que Milosz produjera una poesía del sufrimiento. 'Es un autor metafísico, filosófico. La desesperación está presente constantemente en su obra', asegura Michnik. Es una poesía que tiende a la emoción, 'plena de alusiones e insinuaciones, donde la pasión, la ironía y el sarcasmo quieren transmitir un mensaje moral', como explicaba Antonio Ortega en una crítica de la semana pasada en Babelia.

De la suma de tantos elementos le sale a Milosz un lenguaje sencillo que emplea para relatar el sueño de la poesía. 'Somos a la vez sujeto y objeto, / Es decir, nos miramos a nosotros mismos volar', escribía el propio autor en el poema ¿Ars poética?. Según Michnik, su obra recuerda a la de T.S. Elliot y W.H. Auden. Aunque, fiel en todo momento a su país, Milosz admiró y tuvo como referente también a Adam Mickiewicz, poeta y patriota polaco de principios de 1800 que luchó contra Rusia por la independencia del país.

A finales de los años ochenta, el poeta pudo abandonar su isla desierta y regresar a su patria. Entre tanto, el Nobel le había convertido en un 'icono, una estrella al nivel de los deportistas famosos', sostiene Michnik. En Polonia falleció en 2004, con 93 años. Finalmente fue enterrado en la cripta del monasterio paulista de Skalka, lugar reservado a los protagonistas más destacados de la historia polaca. Pero el sepelio se celebró tras una polémica áspera: según cuenta Michnik, 'la derecha polaca se había movilizado en contra' y el mismísimo papa Juan Pablo II tuvo que tomar cartas en el asunto. Gracias a él, Milosz pudo por fin olvidarse de los escorpiones.

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el dispensador dice: si la isla es cierta, jamás estará desierta... quizás lo esté de almas visibles, tal vez de espíritus sensibles, pero nunca estará desierta. Muchas veces el destino impone parajes imposibles al pensamiento, pero reales y tangibles a los sentimientos, no buscados, sí encontrados... islas extrañas, que proponen curvas de opuestos invisibles, esquinas ciegas, dobleces extremos que nos exponen a límites aparentemente inalcanzables para las propias capacidades, las que uno mismo reconoce como propias. Sin embargo, muchas veces aquello que aparece como imposible, se supera en sí mismo para descubrir que se podía ascender en la escala, para bien, o para mal, para crecer en la habilidad o para decrecer en el sentido de los sentimientos. No hace falta encontrarse a la deriva de los mares para alcanzar costas distantes y desconocidas, deshabitadas de humanos... sucede esto mismo en hogares y oficinas, aún con otras personas presentes, compartientes de tiempos... rara propuesta del mundo globalizado donde todo parece cerca, al alcance de la mano, hasta que los quiebres del destino enseñan que aquello que parecía horizonte tocable, es una utopía inalcanzable a la voluntad, consumidora de esfuerzos, aportante de frustraciones que se ahogan en silencios o en lágrimas que recorren mejillas para secarse ofreciendo su huella al tiempo. El mundo humano es hoy una isla desierta... todos juntos... todos separados... Ensimismados en introspecciones que ocultan levedades... encerrados en pretender conservar (preservar) el uno mismo que se ve invadido por un mediatismo innecesario aunque siempre justificable. No faltan argumentos, lo que faltan son sentimientos, contenidos sublimes. Todo se revela efímero, de corto plazo, mediático, apurado por circunstancias que se acomodan formando un paisaje de vacíos, un paisaje que rápidamente se evapora para dar lugar a conveniencias. La isla humana está vacía de comunidad, está vacía de tribu, está repleta y desbordante de civilización que permite vislumbrar la "extinción" del pensamiento colectivo, de los ejes pasivos que construyen ideario a partir de ser exponentes reflexivos... la isla humana ha perdido privacidad para imponer opacidades, vanidades y vanalidades, variables que restan a la consciencia pública tanto como al sentido esencial de los destinos inscriptos y necesarios. Los escorpiones son humanos, tanto como los reptiles... se disfrazan de humanos, pero en esencia no lo son ya que demuestran a cada paso su necesidad de depredar, de exterminar a aquello que se le cruza por la senda. En medio de los desiertos del alma, hay espíritus ricos que permanecen atentos a realidades inducidas, buscando cultivar aquello que es despreciado por los apuros, las urgencias de los otros, esos mismos que sonríen para las fotos, luego de lo cual regresan a ser monstruos medievales, imponiendo inquisiciones que se mezclan con falsas descripciones de los afectos, almas tóxicas para los espíritus genuinos, espíritus venenosos al sentido esencial de las almas. La isla humana está densa, más densa que la propia roca. Cuando ello sucede toda la tierra se torna inalcanzable, tanto que los oídos no oyen, los ojos no ven, no hay sensibilidades expuestas. Rara imagen del mundo humano de estas horas... en medio de la extinción de las especies, el hombre ha adquirido la habilidades del escorpión, sin siquiera comprender su espíritu. Julio 19, 2011.-

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