martes, 2 de noviembre de 2010

A MIS MUERTOS



el dispensador dice: la vida nos atropella en sus afanes... pero llevo mis muertos, en mi alma, en mis fibras y en mi esencia. Aquellas personas que he amado, que han formado parte de mi tiempo aún cuando ello signifique un destello, un instante donde no hubo espacio para conocernos, para sentirnos, para saber de caricias, están conmigo de cara a la eternidad. La primera persona que perdí al llegar a este mundo, fue nada menos que mi madre... sin embargo he estado unido a ella por siempre y ya llevamos sesenta años llevándola (a ella) y llevándome (a mí). Antes de ello se había ido mi hermano mayor, Osvaldo, antes que llegara (yo) a los tiempos respirables... y así he seguido, reconociendo que la muerte, el irse, es ingresar a la verdadera vida, una vida que no es ésta que está teñida por la ilusión, la esperanza y la incertidumbre. Aquella donde el espíritu es libre, libre de densidades, de acosos, de mentiras, dependiente de sus alas y sus vapores, prescindente de tiempos, esa es la vida genuina. De allí que nunca haya asumido la muerte del cuerpo como algo nefasto, malo, pesado, terrorífico... y muchos amigos del alma se fueron, en sus tiempos, dejándome la inquietud de su ausencia directa, sólo eso. Luego, nos nutrimos de vivencias, algunas eminentemente místicas, otras cosmogónicas, que se mezclan con lo que uno es, con los dones y los talentos, pero también con las gracias que alimentan nuestros días, cada amanecer y cada atardecer, sin siquiera mentalizar el potencial mañana, aceptando con resignación lo que se nos concede, nuestra circunstancia. No son pocas las manos que he soltado hacia el allá, pero les hago culto de lo que fue y de lo que es en una dimensión contigua... ya que la amistad no se entierra, tampoco los vínculos auténticos, puros, esos hilos de plata que nos sostienen habilitándonos a "estar". Sí, escucho el cántico de los ángeles al amanecer, y lo traigo conmigo desde niño, como una habilidad (¿gracia?) concedida para mi propia intimidad, mi propio santuario... haciendo lo propio a la caída del Sol. Este tiempo guarda extrañas condiciones que no siempre se dimensionan apropiadamente porque la vida, para muchos, apenas es consecuencia de la razón a ultranza... razones en las que nunca he creído, que jamás he atendido, porque no entiendo el amor con condiciones. Nadie es igual, ni siquiera semejante, al otro, al prójimo... es más, nos debemos a él en consciencia ya que sin el otro no somos nada, sin embargo no es poca la gente que rechazando al compañero termina sus días en soledad cultivada por mezquindades, igual con las amistades que se vuelven utilitarias, sin comprender que la amistad por conveniencias no es nada más que un desprecio al vínculo, a esa puerta que el Señor nos abre para redimirnos en el "otro" y en nosotros mismos. La vida es un acto de culto, de culto hacia la gracia de poder respirar por un lapso, efímero... donde el compartir es evitar la soledad de la compañía irreconocida, reconocible pero "usada", reconocible pero "disimulada", lo cual no son aspectos menores en nuestras rutinas, quizás omitidos, pero no por ello menos menores. La finitud es parte de nosotros y también le pertenecemos incondicionalmente, aquí y en el Tibet, de allí la importancia de reverenciar los ancestros, aquello que forma parte de nosotros sin haberlo siquiera conocido, esto es que para que nosotros seamos lo que somos y estemos donde lo hacemos, debió haber confluencias de algunos, convergencias de sensaciones y sentimientos de otros que ni sabían de nosotros y que tampoco hemos conocido... pero lo mismo nos sucederá a nosotros con los que nos siguen y forma parte del mañana necesario al que no podemos acceder desde el aquí, que no es predecible, ni siquiera intuible. Cada uno de nosotros construye o destruye su propio paraíso, su propio purgatorio o su propio infierno, o todos a la vez... pero depende sólo de nosotros y nuestras circunstancias. Noviembre 02, 2010.-
DEDICADO A: mis muertos (a los muchos, a todos los que fueron y ahora son).

No hay comentarios: