lunes, 21 de diciembre de 2009

de brevas maduras


el dispensador dice:
recuerdo mi niñez en Hinojos (cerca de Azul, Buenos Aires)
corriendo entre las higueras del campo,
admirando lo que me transmitían esos frutos,
verdes y extraños...
lo percibía grandes, y hasta los recogía del suelo,
para degustarlos y sentir ese raro dulzor en la boca,
mezcla de tierras y néctares...
higueras de muchos años, que nutrieron mi espíritu,
haciéndome comprender el valor del árbol,
el sentimiento del brote,
y esencialmente el contenido del fruto...
aprendí a comer higos e hinojos de manera simultánea,
mezclando sabores extraños,
bebiendo de fuentes distantes,
aprendiendo que los frutos guardan savias ancestrales,
jugos de nutrientes fundamentales.
con los años, sin regresar a ese paraíso (Hinojos),
"algo" me acercó a los cistercienses (trapenses) y sus sabidurías,
y todo se fue mezclando, lentamente,
haciéndome ver un mundo en perspectiva...
llevo el dulce de higos en mi alma,
pero sólo cuando se lo cocina con amor genuino,
ya que cuando no es así,
lo identifico rápidamente.
cuando el dulce guarda lo mejor del fruto,
savia de eternidades fluirán por tu sangre,
y la gracia llegará a tu alma...
eso es lo que ha hecho este mensaje de Alicia,
que sí sabe de higueras, frutos y silencios,
colores, néctares y sentimientos,
las antiguas sabidurías de los wadis (desiertos),
decían que las higueras eran las plantas de la amistad,
y que los higos eran el fruto de la comunidad.
es verdad, he degustado higos secos en la calle,
allá en el medio oriente,
y tienen un sabor a "simiente" de las fuentes eternas,
que te deja el espíritu sembrado de "esencias"...
el dispensador: añorando mis higueras escondidas de Cafayate. Diciembre 21, 2009.-
DEDICADO A: los que se nutren de higos.

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