domingo, 26 de julio de 2009

EL OTRO LADO - primera parte - doce almas en sus desiertos


EL OTRO LADO - primera parte
HORA CERO
DOCE ALMAS EN SUS DESIERTOS
COPYRIGHT by CERASALE©



Hay etapas en la vida de las personas que son netamente marcadoras.
En esta etapa del relato no se pueden transitar los detalles.
No se debe.
Es algo muy privado.
Las circunstancias son muchas.
Son tantas.
Tan densas que quizás no sea el momento de expresarlas. Mucho menos de relatarlas en toda su dimensión de vida.
Quizás otro sea el momento adecuado para hacerlo.
Siempre hay OTRO LADO más profundo.
La vida respirable es como una escuela, las oportunidades se repiten, las enseñanzas aumentan en complejidad, los contenidos se hacen intrincados. Si los espíritus no son maleables sólo se adaptan al sobrevivir y al aprendizaje especulativo, el suficiente como para zafar de la coyuntura.
La niñez y la adolescencia de estos hombres, de estos doce seres nacidos como hombres ha estado signada por los vaivenes habituales de cualquier sociedad humana, con una diferencia posiblemente imperceptible pero de peso, su mirada, la mirada de todos y cada uno de ellos, no había sido tocada como es habitual por el aliento divino, con lo cual podían llegar a cualquier parte. Su horizonte siempre era lejano y tenían la gracia de poder trascender las paredes.
Esto había sido un don concedido a su favor, en lo personal, en lo individual.
Sin embargo socialmente, en el terreno humano, era una contra de envergadura ya que nadie podía ver lo que ellos veían, como así tampoco nadie podía mensurar las consecuencias en el tiempo como ellos.
Tal como suele decirse vulgarmente, cuando todos iban... ellos ya estarían regresando..., si es que ya no lo habían hecho antes.
Pero para los humanos todo aquello que tiene forma y cáscara humana, lo es sin más.
Por ello, qué duda podría caber.
Habían sido engendrados...
Habían nacido...
Habían necesitado de padres para transitar por este mundo...
Habían tenido hermanos...
Necesitaban ser alimentados...
Tenían necesidades físicas habituales...
Iban al baño como cualquier otro...
Estudiaban y les iba bien y mal como a cualquiera...
Sostenían discusiones sensatas...
Mantenían otras discusiones insensatas...
Habían formado amistades...
Se habían ganado enemigos...
Tenían el reconocimiento de muchos...
También lo tenían oculto o evidente de otros tantos...
Eran víctimas permanente de la envidia de algunos...
A uno le encantaban las artes marciales porque llevaba en su alma el espíritu del Imperio del Sol Naciente inspirado en el mismo Mishima. Estaba destinado a ser un inquieto investigador de biología molecular. Su esencia científica y su pertenencia a las tradiciones lo pondrían en ruta de colisión contra una sociedad japonesa que estaba tratando de occidentalizarse para superar las terribles consecuencias de una guerra donde además de ser partícipe desde el lado perdedor, había sido víctima del peor experimento de los humanos en su alocada carrera por el poder, tal el caso de las destrucciones masivas de Hiroshima y Nagasaki. Mientras el conjunto de ese grupo miraba hacia occidente, queriendo parecerse, queriendo no tener los ojos rasgados y verse libres de la mancha melánica, nuestro elegido, miraba hacia adentro. Hacia lo necesario para volver a las fuentes.
Quería reflejarse en espíritu imperial sin pretender degollar el futuro.
Otro llevaba en su alma el arte de curar pero era un profundo estudioso de las escrituras y su espíritu tenía el don de desentrañar los daños del alma y separarlos de aquellos propios del cuerpo. Había caído en una tierra recién adjudicada como compensación etérea a miles de almas destruidas por un capricho humano en el centro de Europa con la complicidad de aquellos que ahora se mostraban como redentores ocasionales ante tanto mal provocado y ejercido sobre gente humilde. La tierra prometida lo había sido y lo sería, de aquí en más, a un muy alto precio. En su alma residían las razones y sin razones de unos y las opuestas de los otros.
Su alma era el fiel reflejo de la esencia esenia, conocía la luz como nadie. Era terminante. O se pertenecía a la obra divina o se estaba del lado de la iniquidad.
Al tercero le sucedía algo semejante al anterior. Su vida estaría destinada a la química, pero su alma incontenible necesitaría trascender a través de la música y tendría la capacidad de convertir las moléculas en bemoles y a los tonos y semitonos, acordes y sostenidos, en fórmulas. Estaba naciendo en una tierra arrasada por aquellos que decían ser el resguardo de toda verdad y justicia, una tierra que sería dividida por intereses de bandos opuestos y sometida a vejámenes en nombre de Dios. De un Dios que por aquellos años parecía pertenecer a un solo pueblo, como si los cristianos de un lado no fuesen iguales o semejantes a los del otro. En su alma anidaría la comprensión de los sin sentidos de algunos en contra de los sentidos de muchos pero también asumiría el conflicto del juego de verdades y mentiras vigente en una sociedad que intentaba no caerse del mundo.
Su alma llevaba la carga, el peso del impacto de haber sido vencido sin serlo ya que él no había participado del conflicto. Curiosamente, a lo largo de su vida
lo protegerían familias judías sobrevivientes al holocausto. Ninguno sabría en el
fondo el motivo, sin embargo todos coincidirían en que esta alma verdaderamente merecía el reconocimiento de aquellos habían sido injustamente sometidos.
Al cuarto, rodeado de una naturaleza pródiga, su sensibilidad lo colocaría muy cerca de la odontología, pero no llegaría a graduarse, aunque sí se dedicaría al comercio, producción y desarrollo de todos aquellos materiales destinados a la boca. Traería consigo una visión austera de la vida fundada en una sociedad sometida por siglos a la esclavitud y a la pobreza extremas, primero por intereses de una Europa conquistadora y avasalladora; luego, antes y después, por un Portugal constituido en un imperio colonizador privado de conciencia y sustentado por el desprecio hacia los otros; y después de la posguerra, invadido veladamente por las incipientes necesidades del supremo triunfador de los avatares de la guerra.
Su alma conservaba la mezcla de los sentimientos originados en el espíritu del mangle mezclado con la selva impenetrable, pero su alma era simple, fina, observadora, contemplativa del poder de la Divina Trilogía en la Tierra.
Al quinto, los dones lo introducirían en la energía nuclear y lo llevarían a sostener una vida de sacrificio y conflicto entre la necesidad de proveer energía y evitar una contaminación creciente e inevitable, propia de los tiempos en los cuales habían llegado y, desde luego, para lo cual había él llegado. Esta alma había nacido en una tierra de conflictos sociales extremos donde la convivencia mafiosa era un estilo de vida, quizás el único, asociado a un cuerpo político formado desde la demagogia del balcón, al amparo de supuestos fines altruistas y de caridad sostenidos por una Iglesia Católica carente de compromisos espirituales. En su esencia residía discernir que ampararse en la fe sin una convicción genuina es aferrarse a una vida vacía, sin destino, que no solamente no ayuda sino que daña sin medir las consecuencias.
Hijo de un carnicero y una ama de casa al estilo italiano, repetía que ésta, su vida, era en verdad una beca divina. Porque para su simpleza, esfuerzos, trabajos, ocupaciones, eran aquellas que demandaban compromiso físico.
Al sexto, le tocaría la menuda tarea de ser un sacerdote de aquellas lejanas y conflictivas tierras del mundo amarillo. Pero su sentido social lo colocaría entre los fines de una sociedad donde la vida humana, desde muchos siglos, quizás desde siempre, había perdido su sentido original, para transformarse en nada. Nada a manos del imperio, luego nada a mano de los ingleses, más tarde nada a manos de los japoneses, posteriormente nada a manos de una política seudo comunista, y así, nada, según el criterio político de los socios extranjeros de quiénes ocupaban el poder. Su alma contenía un hilo de plata con aquellas tradiciones milenarias enfrentadas con el íntimo desprecio por los fines de la vida, pero al mismo tiempo buscaba denodadamente, casi con desesperación, la forma humana de poder resolver tanta miseria humana, tanta miopía, tanto desprecio, desenvueltos a su alrededor.
Al séptimo le caería el don de comprender los ritmos de una naturaleza extrema manifiesta en un continente desolado. Ingresaría al mundo de la Geología pero las circunstancias lo llevarían de aquí hacia allá, estableciendo comparaciones y relativas nacidas de desentrañar ritmos desconocidos para los seres humanos. Sus sensaciones lo alejarían de los núcleos poblacionales pero a cambio le ofrecerían observar y entender, evaluar y dimensionar, la importancia de la conducta animal en libertad, siguiendo los ciclos de ese
espacio, ese tiempo y esa dimensión que los hombres, en su trajín, han perdido. Su alma estaba conectada sólo al túnel primero y primordial. Nada lo ataría a nada, salvo a sus propias convicciones.
El octavo, varón de luces, estaba contenido por el espíritu y la tradición nativa de Quetzalcoatl y llevaba consigo la llave de acceso a Tula. A esa que aún figurando en los mapas del imperio azteca no había dejado rastro visible para las hordas afincadas por los vestigios de una inquisición trasladada desde una Europa socialmente derruida para depredar todo aquello que fuese de valor para una sociedad política angurrienta y perdida. Crecería como un hombre dedicado al comercio y la empresa en todo aquello relativo a los medicamentos, a la farmacia, a la cura del dolor humano. Por ello, en su espíritu permanecía lo más rancio de la estirpe del nahuatl en contra de un socio cercano, transgresor, cuyo poder alcanzaba para cambiar la historia cierta y verdadera transformándola a los ojos de los muchos, denigrando la condición humana del indio y engrandeciendo la de los colonizadores oportunistas, venidos de otras tierras en busca de alguna ventaja de vida, porque en las propias no la tenían y morían de hambre.
El noveno era un alma singular. Con el porte de un musulmán de lo más puro del mundo de las arenas llevaba consigo los vestigios genéticos de algún antepasado atlante perdido por allí antes del gran cataclismo. Antes que Egipto se transformase en un imperio visible. Su vida sería un conflicto de intenciones. Por una parte su profundo interés por los estudios matemáticos y astronómicos pertenecientes a una cultura árabe perdida en la noche de los tiempos, por la otra, la necesidad de vivir comerciando en un medio donde todo es negociable, sin descanso, desde el amanecer hasta el anochecer y donde la amistad y los vínculos se estrellan con el comercio y la necesidad de comer. Donde la solidaridad existe nada más que en las sagradas escrituras. Donde un favor nacido en la humildad se paga con la entrega de la vida.
El décimo podría definirse como una versión futurista del gran Mahatma Gandhi. Nacido en el seno de una sociedad donde cada rasgo diferenciador es un conflicto consecuente, este ser se educó en Francia. Se formó para ser un especialista en leyes, aunque descubrió en dicho proceso que la Justicia
humana es como la Tierra. Gira, tiene ciclos, es parcial como la presencia del Sol o de la Luna, y habitualmente lo es muchísimo más cuando lo que se somete a ella es gente con escasos recursos. Así aprendió, duramente, que en su tierra, la que él mismo pisaba, la jurisprudencia había sido construida por y para el Imperio Británico, al igual que había ocurrido con las colonias en Africa, en China, en América Latina. Todo había sido armado para que siempre el poder estuviese en las manos de otros. Su alma invadida por sentimientos tan encontrados se había abstraído de la circunstancia y transformándose a sí misma, había iniciado una lucha interminable a favor de los desposeídos y los olvidados, la que desde luego, podría definirse como algo así como luchar contra las fuerzas de los mares.
El undécimo, era un alma fina. Peruano el hombre, había descubierto desde temprana edad que aquel famoso día, el llamado Día de la Raza, era en realidad un homenaje de los propios colonizadores al holocausto que habían implantado en América cuando su sociedad se consumía en la más horrible de las decadencias, la del espíritu, habiendo sido sumida en el hambre y las pestes. Algo semejante a eso había sido el motivo que lo había llevado a formarse como médico y de los buenos. Su vida se iba formando entre una sociedad que quería destacarse y para ello recurría al poder político, y una gran mayoría que estaba lapidada y en silencio ya que sus propios pares aplicaban los criterios que por entonces habían comenzado a bajar desde Estados Unidos de Norteamérica, triunfador casual de una guerra donde no sólo se habían enfrentado seres humanos, hombres y mujeres, sino procederes, destinos, y fundamentalmente intenciones espirituales. Léase que se había tratado de una guerra cuyo trasfondo, su cara oculta, había sido una lucha de la luz contra las tinieblas. Esta alma, poseedora de los dones divinos, chocaba a diario con sus semejantes, sordos y ciegos ante tanta gente que clamaba por derechos que nadie les otorgaría.
Finalmente, el duodécimo, nacido en Buenos Aires, en el extremo olvidado del planeta, era un alma inquieta, frágil y capaz de resistir hasta el más injusto de los castigos. Su vista trascendía a las personas. Obtenía de ellas una radiografía de sus almas, una resonancia de sus intenciones. Era simple. Había
nacido en una tierra pródiga, diferente aún en aquellos años al resto de América Latina, pero que se vería sometida en el curso de los tiempos por venir
a un proceso de destrucción progresiva llevada a cabo desde el poder político bajo el paraguas de intereses lejanos que pretendían someterla a cualquier precio debido a su potencial, no sólo productivo, sino de capacidades. Su alma contenía la condición singular de ampararse en el más profundo humanismo y simultáneamente entrar y salir de las ciencias exactas, con lo cual su mundo se debatía entre los átomos, protones, electrones y neutrones, las moléculas y los elementos por una parte, y por la esencia del espíritu por el otro.
De acuerdo a lo visto sólo agregaremos, entonces, que fuera de lo habitual las entidades convocadas en aquel planeta frío y lejano necesitaron establecer un pacto entre la luz y las tinieblas para que los cursos de estas vidas fueran respetadas al extremo. A sabiendas que dado que la luz es una sola y homogénea, mientras que las tinieblas son muchas, distintas, heterogéneas, la más de las veces éstas últimas transgredirían el pacto, tratando de llevarlas para su molino.
A diferencia de lo ocurrido casi dos mil años antes, esta vez no había tiempo para establecer a esenios y moabitas. A diferencia de aquel tiempo, esta vez había que buscar la forma, el modo, para aunar las voluntades de aquellas almas impactadas por una autodestrucción que quizás no había sido buscada conscientemente, pero que sí había acontecido por las sucesivas omisiones, olvidos, y por la incapacidad general de enfrentar al unísono a la maldad encaramada en unas pocas almas (si se las puede llamar así) que permanecían en el poder sostenidos por intereses despojados del más mínimo sentimiento, por ende sin escrúpulo alguno.
Por eso esta etapa será conocida solamente como las doce almas en sus desiertos.
Sólo que esta vez no serían la burda mentira de los cuarenta días y cuarenta noches. Serían tantos años como aquella misma vez fue.
Esta vez no sería el desierto de arena sino el sometimiento de estos seres, de estas almas mensajeras, al desierto de la masa que los rodeaba, incapaces de entender la gracia que les había llegado del cielo.
A diferencia de lo acontecido antes, esta vez ninguno podría traer consigo la condición de profeta.
A diferencia de lo acontecido antes, esta vez, no habría un sacrificio humano en una cruz de madera.
A diferencia de lo acontecido antes, esta vez, no habría judíos contra judíos.
A diferencia de aquellos tiempos, las capacidades y los dones, aunque manifiestos deberían permanecer disimulados en el conjunto a efectos que se cumpliera el objetivo de permitir que el mensaje se desparramase a los vientos y en todas las direcciones, inundando el aire respirable.
Por lo dicho, por lo visto hasta aquí, los doce sabían distinguir al mejor estilo de aquellos monjes del Qumran, quiénes eran hijos de la luz y quiénes de la iniquidad. Para ellos era fácil. Lo sentían en la piel. Mejor dicho lo percibían en el alma.
Dicha situación haría que los hijos de las tinieblas perfeccionaran sus métodos, sin medir que serían finalmente víctimas propiciatorias de su propia ensalada.
No obstante, el relato se tornaría interminable y demasiado denso si pretendiésemos hoy conocer todo lo que ocurrió con esas almas en su tránsito por esa etapa que hemos dado en llamar doce almas en sus desiertos. Por ahora, Tollen ha dicho que sus estrellas deben permanecer enrolladas y que alguna vez, en el concierto de los tiempos humanos, verán la luz.
Once de dichos rollos han sido depositados en vasijas de barro acondicionadas al fin dentro de una gruta, en la misma Cordillera de los Andes, en América del Sur, en el lado argentino, quizás en la zona de Tastil, pero en realidad sólo él sabe dónde exactamente, y según le ha comentado a Hakavitz, dichos rollos serán hallados alguna vez, cuando el concierto se forme nuevamente y quizás esa gruta sea otra cosa...
Uno de dichos rollos constituirá nuestro relato de ahora en más.
Uno sólo cuya copia nos fue suministrada.
Uno sólo que ha sido conservado oculto para los tiempos por venir.
Uno sólo que no será depositado en gruta alguna.
Uno sólo que se evaporará junto con la vida del alma que lo trajo.
Por algún motivo ajeno y lejano.
Una de dichas estrellas de David será el motivo de lo que expresaremos de aquí en adelante, tratando de interpretar cabalmente los hechos. Las circunstancias que hicieron que una de dichas almas transcurriese por momentos donde los mensajes, o si se quiere "el mensaje" fue transmitido con una precisión infinitesimal.
Esta parte del relato merece nuestro más profundo reconocimiento y respeto, por todo lo que lleva implícito. Por todo lo que es en sí mismo.



EL OTRO LADO - primera parte

LA PRESENCIA ESPERADA
COPYRIGHT by CERASALE©


Han pasado horas sumergido en una lectura intensa y muchas veces reiterativa ya que se ha hecho necesario repasar algunos puntos una y otra vez.
Si bien todo es más que claro las expresiones contienen un fondo que no pertenece a este mundo.
Indudablemente no pertenece.
No hay sentimientos humanos en el contenido.
Lo trascienden largamente.
Es un contenido libre de mezquindades.
Puro.
Sublime. Si cabe el término.
El agua se ha enfriado.
El mate se ha lavado.
Juan Carlos ha perdido la noción del tiempo.
Ha querido leer el final pero alguna mano invisible lo ha detenido en su intención.
Afuera la lluvia continúa.
No hay tormenta eléctrica pero el agua cae a baldes.
La casa vieja se mantiene atemperada.
Calentita.
Una luz mortecina proveniente de una lámpara de pocos watts ya no ayuda para la lectura.
Le duelen los ojos.
Miles de preguntas le asoman por doquier.
Quisiera encontrarse en ese mismo momento con el sacerdote y con rabino.
Hablar un poco del contenido. De las expresiones. De los sentimientos que emanan de cada página.
Lo leído le hace recordar a algunos tramos del Principito de Antoine de Saint Exuperí. Una obra monumental consubstanciada con el mismo espíritu enfrentado a lo divino.
Hay tramos semejantes en algunos incunables.
Hay cosas que cambian según el momento de la lectura.
Se modifican las interpretaciones. Se enriquecen las capacidades.
En esa tribulación, se deja oír un ruido a llaves.
Un alma mojada hasta el tuétanos aparece sacudiéndose y comentando acerca del frío, el viento, el agua y todas las plagas que conllevan esta tormenta, en especial para los que transcurren su tiempo en la calle.
Ha llegado Manolo.
Ese amigo del alma.
Gallego duro si los hay.
Sorprendido por la presencia de Juan Carlos, tan temprano, dice: "... qué haces aquí?. Calentito. Tomando mate. Desparramado. Mientras me estoy cagando de frío en esta puta Buenos Aires. Quién le habrá puesto Buenos Aires. Me podrías haber esperado con tortas fritas aunque qué vas a hacer vos que no sabes otra cosa que hacer mate".
La respuesta de Juan Carlos no se hace esperar: "... es que para eso te tengo a vos, además te mandé a laburar y qué me trajiste, nada. Para eso te cuido, te prendo la estufa, ...".
Manolo: "... callate que ni una toalla me tenés esperándome. Es más creo que no me esperabas".
JCG: "...mirá, si me vas a tratar así me voy a casa de mamá y no te cocino más. Arreglátelas solo. Yo ya con el día de hoy tuve bastante. Es más ahora te engaño con un cura y un rabino, así es que en cualquier momento me pongo un templo y me dedico a decirles a los demás que laburen para mí".
Manolo: "... para eso hacete político y dejamos de laburar de una vez y nos dedicamos a robar oficialmente y protegidos por la justicia".
JCG: "...callate gallego. Mirá que ahora a todos los que joden al poder de turno les enseñan a volar pero antes le quitan las alas para asegurarse que cuando se estrolen contra el suelo, no sobrevivan. Portate bien y tratame bien, caso contrario te cambio la cerradura".
Manolo: "... bueno, vas a hacerme unos mates o me vas a dejar plantado cagándome de frío".
Juan Carlos se levanta.
Se va para la cocina.
Comienza el ritual del mate.
Pava llena. Fuego lento.
Cáscaras de limón mezcladas con unas pocas de naranja.
Azúcar. Una pizca.
Dos hojas de Stevia. Bien en el fondo.
Boldo. Carqueja. Cardo Mariano. Cardo Santo. Pasionaria. Palta anizada. Menta. Peperina. Otros yuyos que él solamente conoce.
Luego yerba mezclada a su estilo.
Una pizca de la fabulosa rica - rica.
Un dejo de azúcar.
Sacudidas.
A esperar que el agua se atempere.
Manolo: "...y hermano, cómo te fue".
JCG: "... en realidad no me fue. Nunca pude hacer nada y encima me ocurrieron cosas extrañas, así es que decidí volver y encerrarme por temor a que me ocurrieran más y no pudiera soportarlo".
Manolo: "... para mí también fue un día raro. Me empeciné en sacar todo lo que habíamos conversado pero los hados estuvieron en mi contra, así es que caminé de acuerdo al sentido del viento y como no podía ser de otra forma, todos los que habíamos prometido apoyarnos, una vez más, nos dieron la espalda escudándose en vanalidades. Pero en fin, uno debe intentarlo. Sin embargo mi querido, cada vez me convenzo más que a medida que pasa el tiempo se puede confiar menos en la gente que dice ser tu amiga. En general cuando nadie se oculta detrás de la amistad es cuando te van a dar su apoyo genuino. Será la lluvia?. Será el viento?. Dame un mate de una vez por todas".
El gallego es realmente gallego.
Vino de España cuando era un niño.
En barco. Sufriendo de arranque el viaje y asumiendo la nostalgia como un estigma interminable.
Tierra divina la Argentina. Pero su gente, gran parte de ella no se quiere comprometer a fondo con nada. Todo es light aún cuando el gallego no entiende ni una pizca de inglés.
Padre duro. Sobreviviente de la guerra loca de Franco.
Madre dura. Sobreviviente de los esfuerzos propios de una época donde todo costaba el cuádruple porque ellos pertenecían a familias del campo.
Gallego estudioso. Se había recibido de Licenciado en Administración en la Universidad de Buenos Aires.
Había hecho de todo.
Hombre de convicciones.
Hombre de mística.
Hombre de entrega.
Despreciado por los suyos, había decidido emigrar a su España natal justo cuando los políticos se decidieron a exterminar lo último que quedaba en pie de la Argentina. Allí habían sucumbido sus ganas. Allí había nacido la necesidad de convivir con otro abandonado del destino.
Mate va.
Mate viene.
JCG: "...y cómo están?".
Manolo: "... incuestionables".
Las idas y vueltas indican que compartirán un pan con un queso fresco para Juan Carlos y un sardo para Manolo. No hay otra cosa. Ellos no necesitan más. Aunque Manolo se está decidiendo a preparar un caldo liviano, adecuado para los problemas intestinales que conllevan ambos.
Cobijados por la luz mortecina Juan Carlos le relata el extraño encuentro.
Le cuenta del documento.
Le habla de su contenido.
El gallego escucha inmutable.
No emite palabra.
Escucha.
Escucha.
De pronto rompe el silencio: "... Ya te dije muchas veces que no hay capacidad humana para recomponer la cabeza de toda la raza humana y que estamos yendo derecho a la extinción. Por supuesto que a vos y a mí no nos escucha nadie. Sólo Dios puede cambiar esto. Es el único que dispone del poder suficiente para poner las cosas en su lugar. No es posible vivir como vivimos y a decir verdad no me extraña que te haya ocurrido esto. Tantas veces lo hemos hablado durante nuestros viajes. Acordate de Rosario. Acordate de San Nicolás. Acordate de Viedma. Acordate de La Pampa. Acordate. Ya te digo que no me extraña nada de lo que me decís porque estoy convencido que una mañana de estas ninguno de nosotros se despertará a manos de las locuras de todos los que viven en el norte (refiriéndose al hemisferio norte)".
Y continúa: "... no me extraña. Mirá a nuestro alrededor. Quién nos queda. Héctor, el tano, quién más, a ver quién nos llama para darnos una mano después de todo lo que hicimos, bah, lo que has hecho por tanta gente, quién a ver?. Nos queda Salvador que está tan atropellado como nosotros. Los Raúles, los Eduardos, los Humbertos, los Rubénes, todos se borraron. Olímpicamente. Bueno a vos te queda Sergio, pero ése es como tu hijo o algo así como un hermano menor. En realidad, sinceramente, prefiero seguir arando el campo sin pensar, sin mirar hacia atrás, porque si no saldría corriendo hacia no sé dónde. El espanto me tiene desbordado".
Y sigue: "...a ver mientras me tomo la sopa dame ese documento que quiero leerlo. Pero con el cura y el rabino arreglátelas vos. Yo no quiero saber nada".
Y así como así se sumerge en la lectura.
Se ahoga.
No levanta más la mirada.
Juan Carlos resiste.
Resiste el silencio.
El gallego se ha metido de lleno en el texto.
El viejo sillón desvencijado ayuda a que el sueño invada a Juan Carlos.
Ya no está su alma allí.
Manolo no puede parar de leer.
Juan Carlos está profundamente dormido.
Sueña con quesos y jamones.
Sueña con una vida simple.
Sueña con todo eso que no pudo, sencillamente porque no lo dejaron.
Sueña.
El gallego apenas si respira.
La luz lo cansa.
Se desploma sobre la mesa.
No está cómodo.
Se le acalambran las manos.
Así como está se tira en su catre.
Allí amanecerán. Mañana. Otro día. Con lluvia o sin ella.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723 - R.N.P.I.
Dirección Nacional del Derecho de Autor
Formulario Nº 72.880
Expediente Nº 290.662 / 17-11-2003
Formulario Nº 91.154
Expediente Nº 368.306 / 30-11-2004
Copyright by Cerasale, 2003, 2004, 2005, 2006, 2007, 2008, 2009, 2010.-

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