sábado, 2 de mayo de 2009

EL OTRO LADO primera parte - HORA OCTAVA / séptima homilía


EL OTRO LADO primera parte

HORA OCTAVA
SEPTIMA HOMILÍA

COPYRIGHT by CERASALE©
Hemos retornado nuevamente al inmenso capullo de luz donde el concierto de las innumerables entidades en oración, meditación y entrega mística, está comenzando a corporizar algo. Aparentemente todo está igual que antes, sin embargo se percibe que algo está comenzando a ser diferente. Algo nuevo está naciendo.
El capullo se percibe cada vez más luminoso, más homogéneo.
Un perfume desconocido inunda el ambiente.
Todas las entidades están inmersas profundamente en esa comunión mística que las une intangiblemente a algo que está más allá de nosotros. Quizás a alguien superior.
Ya no se escuchan gemidos pero la oración no cesa.
El gran recinto central donde se ubica el capullo, las esferas que ya son parte del paisaje, y las naves laterales, y las entidades unidas en espiral, convertidas en un cordón sin fin que asciende y desciende, ha crecido otra vez.
En los bordes de cada una de las estrellas de David circula de izquierda a derecha una energía que se percibe distinta, diferente a la que impera en el resto del recinto. Pero no en todas las estrellas esa energía violeta circula en la misma dirección, alternativamente como con sus propios giros, lo hacen al revés.
De esa energía coherente salen páginas enteras de ideogramas desconocidos. Parecen caracteres cuneiformes, pero se corporizan como las ideas, estallan, se fragmentan y desaparecen, al tiempo que surgen nuevos replicando la situación una y otra vez.
Es un mensaje que está más allá de mi comprensión.
Es como si se tratase de recopilar las ideas de las almas en el tiempo. Pero tengo la sensación que es mucho más que eso.
Creo que hay afectos.
Creo que hay intenciones.
Pero este tiempo tan distinto al de las capacidades humanas no me permite identificar de qué se trata. Sólo logro dilucidar que esa energía tiende a convertirse en una masa. En una especie de pared que une a todas y cada una de las estrellas vibrantes.
El movimiento y la oración son un compás indisoluble junto con esa luz tan singular que nos envuelve, nos acaricia sin molestar.
Entonces se escucha:
"...Estamos en la esfera".
"...Estamos en la luz".
"...Estamos en la comunión eterna donde reside la trilogía divina, el Espíritu Santo".
"...La esfera del vínculo trascendente debe llevarnos a la fuente, debe prodigarnos el acceso al origen místico y primero".
Luego de esas palabras, formando parte de la imagen dantesca ya descripta, en un recinto templario construido mediante los sentimientos puros de cientos de miles de entidades no humanas en oración donde la estructura crece, está plena de vida, donde las estrellas de David dan forma y sustentan algo así como un nuevo amanecer, hacia la derecha y hacia la izquierda, simultáneamente, hacia arriba y hacia abajo (aunque no sé dónde es uno y dónde el otro), las esferas presentes ocupan ya todo el conjunto y se cruzan una y otra vez en su rotación sin siquiera molestarse, sin siquiera abrasionarse, pero manteniendo ese algo que las distingue del conjunto dándoles lugar y tiempo que le son propios. Producto de esa extraña mezcla de luz, carga eléctrica, magnetismo.
Continúan siendo cuatro. El arco iris permanece en cada una de ellas. Con distinta intensidad.
La esfera de arriba contiene al ángel de la guarda que la custodia con una espada en su mano izquierda, pero la mano no se ve y la espada no parece ser de metal aunque brilla y se destaca contra el fondo.
La esfera de abajo contiene al ángel de la guarda que la custodia con una estrella de David en su mano derecha, pero la mano no se ve y la estrella ahora se está llenando de símbolos desconocidos. Simultáneamente el ángel la enrolla y la desenrolla al modo de los antiguos manuscritos, pero cada vez que lo hace la estrella crece y contiene más texto.
La esfera de la izquierda contiene al ángel de la guarda que la custodia con un báculo en su mano izquierda y una llave en su mano derecha, sus manos no se ven. Pero ahora el báculo irradia luz propia, al tiempo que la llave parece cobrar vida.
La esfera de la derecha contiene al ángel de la guarda que la custodia con un símbolo alfa (α) en su mano derecha y un símbolo omega (Ω) en su mano izquierda, pero sus manos no se ven. Pero ahora en su pecho refulge un delta (δ) y a sus pies un phi (π).
Las esferas son inmensas, casi tanto como el capullo original, se entrecruzan en sus giros y movimientos con las estrellas y con el todo, pero todo conserva su destino original, su trascendencia esencial. Es como si coexistieran realidades diferentes en el mismo espacio. Es como si cada cosa, cada cuál vibrara en su propia dimensión, en su propio e individual espectro.
Cada plano pasa por entre las entidades orantes y éstas por ellos.
Ninguno, nada altera lo que es y lo que era. Cada uno, cada cosa, conserva su propia identidad de color, su movimiento.
Ahora observo que las esferas giran todas hacia la izquierda. Antes lo hacían a la derecha.
Entonces la entidad repite:
"...Estamos en un tiempo".
"...Estamos en un espacio".
"...Estamos en la dimensión donde la comunión eterna es permitida por la Gracia Divina".
"...Las esferas de las gracias, deben darnos el lugar".
"...Estamos alcanzando a la esfera primera y postrera".
"...Estamos alcanzando a la luz primera y postrera".
"...Estamos entrando en la comunión eterna donde reside la trilogía divina, el Espíritu Santo".
"...La esfera del vínculo trascendente y eterno debe mostrarnos la fuente, debe bendecirnos con el acceso al origen místico, primero y postrero de los sentimientos que perduran".
Dicho esto otra de las esferas se vuelve transparente. No se sabe cuál es porque todas ocupan ahora el mismo espacio, aunque no la misma dimensión.
No es la misma que antes fue, sino otra, puedo sentirlo.
De pronto se hace un silencio abrupto.
Inspira temor.
Aparece nuevamente un paisaje agreste rodeado de muy altas montañas.
Árido pero al mismo tiempo bello. Algo hay en el ambiente que nos hace sentir bien. A todos los presentes. A mí también.
El paisaje enseña suelo, vegetación y rocas. Sólo eso.
El suelo es polvoriento. Pero nuestros pasos no dispersan el polvo porque las entidades se deslizan sobre algo así como un colchón de aire. Yo me siento transportado en él.
Siento que esa alfombra de aire está conformada por las voluntades de los convidados.
A la vera del sendero corre agua. El agua es dulce. Pero el agua no se desliza con la pendiente hacia abajo. Aquí sube como si las reglas de la física fueran bien otras.
Ascendemos. El paso parece ser lento, pero las voluntades están firmes.
Solo se ven rocas. Más grandes. Inmensas. Más pequeñas. Ínfimas.
El sendero gira continuamente siguiendo las ondulaciones del terreno.
Pero en cada giro ya no hay detrás.
Se abre una hondonada y cuando se la transpone ya no se ve lo que se ha dejado atrás. Sin embargo estamos cada vez más altos.
Luego de una hondonada profunda el camino se termina abruptamente.
Aparece una tranquera semiabierta.
Nos está esperando.
La transponemos. Se cierra.
Ingresamos a un parque de nogales presidido por una roca muy grande que tiene el aspecto de haber estado allí desde siempre.
Sin embargo tiene una extraña forma. Está ahuecada en su sección posterior y
a la altura del suelo. Si uno la rodea no observa nada que le llame la atención pero al agacharse para mirar de cerca el abovedado aparece una imagen, casi holográfica, de la Virgen de Fátima con una mirada mezcla de gracia divina y tristeza eterna.
Pero al retirar la mirada dentro de la bóveda no hay nada. Sólo piedra.
Delante nuestro y al pie del cerro cruza un canal de agua transparente y fresca.
Parece un manantial de agua bendita.
Tras el canal un sendero estrecho y escarpado se abre dentro de un monte muy cerrado, intrincado, casi impenetrable. Dicho camino pareciera que se ha abierto exclusivamente para nosotros.
Iniciamos un ascenso que no requiere de pies. Sólo debe apelarse a la voluntad de pretender ingresar, subir, internarse bajo la protección divina del no saber que hay por delante pero sentirse en consonancia con el todo.
Luego del esfuerzo y cuando el camino parece cerrarse, aparecemos bordeando un canal ancho de aguas rápidas. Sobre la derecha la montaña se yergue imperial. Sobre la izquierda se abre un vacío inmenso que sobrecoge el alma.
Allí entre la derecha y la izquierda, entre la muralla milenaria y el vacío impertinente, de frente, y por el estrecho pasaje de piedra que habilita el paso, un ángel suspendido en el aire nos recibe.
Dice:
"... tienes una sola opción que es dirigiros hacia el frente, seráis recibidos y tendráis tu mensaje. Aquí no pueden permanecer de pié. No pueden detenerse,
salvo que se les indique, expresamente. El mensaje que recibirán no pueden repetirlo. Lo guardarán en el libro que se les entregará al salir, al cual le colocarán un sello, y luego deberán depositarlo en el lugar en que se les indique".
"... En este camino tendrán la custodia del ángel de rojo quien les enseñará algo para después darles su mensaje. Cuando hayan concluido la tarea que se les encomienda, soplarán los mensajes de sus manos y los mismos se dispersarán a los cuatro vientos transformándose en luz que iluminará a las almas elegidas para entenderlo".
"...el que tenga oídos que oiga la voz de la gracia divina del espíritu eterno que todo lo santifica".
Digo Amén. Las entidades permanecen inmutables. Me persigno ante él. Me replica diciendo:
"...el que tenga entendimiento abra su mente a la gracia divina del espíritu eterno que todo lo santifica. Soy tu igual. No debes persignarte sólo que te sea requerido especialmente. Ahora, camina. Acompaña a las almas y a las voluntades que te acompañan. Encuentren juntos su jornada. Están protegidos. Solo caminen, observen, estén atentos y con la mente abierta a las cosas que les serán enseñadas. Guarden el mensaje que les será dado".
Apenas un lapso corto de pasos, un giro y el abismo de la izquierda se hace tan profundo que no se ve el abajo. El murallón de la derecha se hace tan alto que asusta.
Por momentos debemos transitar sobre el borde interno, muy estrecho entre la
montaña y el canal. Por momentos debemos saltear el canal y trasladarnos sobre el borde externo, el que da al vacío.
Ninguno baja la mirada.
Solamente hay adelante.
Aparecen piedras horadadas, prolijamente, como si tratase de morteros.
Aparecen inscripciones en la piedra.
Aparecen trozos de cerámica antigua.
Todo pasa como una película. Imagen tras imagen.
Ahora el paisaje se está transformando.
A nuestra izquierda, allá en el abajo se deja oír el curso de un río.
A nuestra derecha, la montaña está abriendo un desfiladero para que nuestro tránsito se haga seguro.
Todo se ve como encajonado. El camino se está nutriendo con mucha vegetación. Árboles milenarios se despliegan sobre nuestra derecha.
Continuamos subiendo sin cesar.
Se puede caminar placenteramente, pero no se debe apresurar el paso. Es necesario no perderse detalle.
El ambiente se siente fresco.
El ambiente se siente perfumado.
Es un olor extraño.
Luego de un giro de la senda que nos lleva hacia delante, estamos caminando a la vera del río caudaloso. Ya no hay abismo. Todavía hay muralla.
La senda nos lleva hacia uno u otro lados del río.
Ahora todo es piedra y río con antigua vegetación implantada entre aquellas.
Con cada giro, ya no hay atrás.
Subimos a paso firme, acompañados por el canto de pájaros que no se ven.
Parecen extensas conversaciones transformadas en cánticos y silbidos.
Una frescura singular crece en el ambiente.
Luego de una pronunciada curva del camino, sobre su derecha aparece un gigantesco salto de agua, una especie de cascada única que se precipita desde la altura provocando un gran ojo de agua cristalina a sus pies. Se ve majestuosa.
No podemos ver detrás de las rocas.
Parece como que el camino concluye allí.
No se ve la forma de transponer la cascada.
Nuevamente aparece el ángel de rojo.
Nos indica que debemos santificarnos con el agua de la cascada.
Uno a uno, cada uno de nosotros flota sobre el agua y pasa por debajo de la cascada que nos bendice pero no nos moja.
Concluido el acto del bautismo masivo, de frente, por detrás de la cascada, aparece, se proyecta la imagen de la Virgen de Fátima, quien preside el acceso al lugar.
Su rostro esboza una sonrisa de aceptación, pero en su mirada hay un dejo de tristeza que inquieta.
El ángel de rojo se interpone a dicha visión permaneciendo suspendido sobre el ojo de agua cristalina. Se dispone a hablar.
Dice el ángel:
"...Soy quien guarda los tiempos y las sentimientos tenidos en ellos. Por ello, como habéis venido a transitar esta jornada inspirados en la divina gracia debo deciros que estaba escrito en el libro de la vida y así fue dicho por la
presentación de la Virgen de Fátima en su tercera recomendación: [...decidle al
hombre que no debe buscar su origen, la fuente de su propia existencia, porque cuando se accede a dicho conocimiento, es como morder el fruto prohibido, todo debe concluir, todo debe re-comenzar, las almas no deben alejarse del camino que les ha sido concedido porque ningún hombre, ningún ser que transite los espacios y los tiempos, podrá jamás tener el poder de la divina gracia de ser por sí mismo. Guardad este precepto como llave de oro en un cofre eterno y salvad vuestro destino y vuestra jornada. No permitáis que nadie extraiga la llave sin la bendición del ángel de la guarda]. Y agrega: Nadie puede huir de lo que está escrito en el libro de la vida y cada vez que alguien, con sus acciones, provoca un daño no establecido en él, provoca una paradoja que involucra a las cadenas familiares, altera las secuencias de la vida y la
muerte de los hilos, esos que habéis visto en el gran concierto del capullo de
luz".
Las almas reciben el mensaje en paz.
Bienaventurados los que con su entendimiento guardan los preceptos de la Divina Gracia.
Dicho esto, rodeamos al ángel suspendidos en el aire sobre el ojo de agua.
Se nos entrega un plantín de jazmín.
Siento que su aroma me invade el espíritu.
Manteniéndose en el mismo lugar, dice:
"...Bienaventurados los invitados a la mesa del Señor de los señores. Bienaventurados los convidados a compartir la trilogía divina de los tiempos y las palabras que en ellos han sido dichas, las que están escritas y permanecen según lo establecido en el eterno libro de la vida, y las que aún no han sido pronunciadas y alguna vez lo serán".
Todos al unísono parecen repetir, Amén.
Soy uno más de ellos.
"...Bienaventurados aquellos que han reconocido la gloria de las almas en sus tiempos y que han mantenido vivas sus palabras a través de los actos del recuerdo".
"...Esta es la esfera del amor eterno. El amor no es físico. El amor es sólo el espíritu en armonía consigo mismo, por lo tanto en consonancia con todos los afectos que se hacen individuales ante la vida pero se tornan únicos luego de ella. El amor está por sobre la sabiduría porque no se puede ser sabio si no se es presidido por un acto de amor universal en pos del eterno sustento de las almas en su tránsito trascendente y esencial. El amor se funda en el dejarse llevar por la pureza de los ciclos de los afectos hacia todo lo que nos rodea, a través de los tiempos, de los espacios y de las obras que imbuidas del espíritu se guardan como tesoros hacia un futuro que no se verá con ojos sino con lo más puro de los sentimientos que permanecen más allá de lo denso. El amor es aceptar las cosas que nos son concedidas, tal cual son. No pretender modificarlas ni alterarlas, mucho menos acrecentarlas".
"...El amor puro implica la aceptación y el respeto del concierto, y la armonía de aquello que está más allá de nosotros mismos y que pertenece y es propiedad solamente del espíritu universal que les ha dado origen y los sostiene en el espacio y los hace visible por un tiempo para que cada alma se consubstancie con su propia esencia brindándose por entero a la vigencia y trascendencia de las otras, semejantes en el tránsito".
"...Ama quien admira y reverencia la gracia de la existencia concedida".
"...Ama quien entiende que la mochila de los afectos debe ser llenada paulatinamente a lo largo de la vida con actos de fe en el don de haber sido elegido para este paso pero al mismo tiempo generando actos de amor en la presencia, en la mano extendida en silencio, en el deseo de conceder la ayuda justa y necesaria que permita al otro poder trasponer su propia jornada".
"...Ama quien sabe guardar la flor en la planta, sin cortarla, sin despreciarla. Ama quien entiende que los ciclos, incluyendo el propio, tiene un lapso limitado asignado por el libro de la vida pero conlleva un tiempo indefinido en la eternidad donde la vida se hace intangible a los ojos pero pura en el sentimiento despojado de las capacidades de sentir mediante los dones encarnados".
"...Ama quien guarda en silencio las gracias concedidas ".
"...Ama quien respira el aire que le ha sido dado. Como si fuese único. Porque de hecho lo es".
"...Ama quien guarda las tradiciones sin querer modificar los ciclos que nos preceden y nos exceden. Porque las tradiciones son vivencias que fueron legadas a otros para formar una historia que no debe ser borrada y que debe servir como faro del porvenir. Ama quien respeta dichos momentos como si se tratase de un legado sagrado que no debe ser alterado. Que debe ser sostenido y conservado vívido en el espíritu de las almas en su eterno transcurrir".
"...Ojos que aman son aquellos que guardan en silencio las lágrimas que no deben ser derramadas, porque derramarlas puede provocar dolor en otros ojos, perjudicando a otros a quienes ni siquiera conocemos".
"...El verdadero amor reside en interpretar la exacta medida de la esfera, de su contenido, de sus dones, de su alcance, de todo lo que hay en ella como fuente prodigable a quienes sean dignos de ello".
"...La luz del día es un acto de amor que no requiere del esfuerzo de las almas vivas".
"...La noche es un acto de amor que no requiere del esfuerzo de las almas vivas".
"...El agua dulce es un acto de amor que no requiere del esfuerzo de las almas vivas".
"...El aire respirable es un acto de amor que no requiere del esfuerzo de las almas vivas".
"...La naturaleza toda es un acto de amor que no requiere del esfuerzo de las almas vivas. En ella moran el canto de los pájaros y el perfume de las flores, sin necesidad que las almas se esfuercen por obtener dichas gracias".
"...Un acto de amor es un cielo estrellado. Que está allí sin que nadie lo haya pedido pero que puede servir para engrandecer las capacidades del alma".
"...Un acto de amor es una tormenta. Que nos permite fabricar más aire para que quienes corresponda lo respiren cada vez que lo requieran".
"...Un acto de amor es el sustento destinado a cada jornada el que ha estado allí por siempre, concedido a cada uno por el sólo hecho de vivir".
"...Un acto de amor es la Tierra que nos transformará en polvo para que otros sean carne".
"...Un acto de amor es la capacidad de admirar la obra que nos trasciende".
"...Todo eso que está más allá de nosotros mismos, como individuos, es un acto de amor eterno a favor de los invitados a transcurrir el tiempo dentro de un espacio limitado y tangible".
"...Todo lo esencial es puro, y por serlo, es un acto de amor trascendente".
"...Esta cascada y este ojo de agua cristalina son un acto de amor hacia a los invitados a la escena".
"...Estas montañas son un acto de amor".
"...Estas plantas son un acto de amor".
"...Nadie vivo ha sido sometido a esfuerzo alguno para que todo este orden fuese creado y sostenido".
"...Por ello las almas deben reverenciar dicho orden entregando a cambio lo mejor de sí mismas, tal es el amor que se siembra en la vida y se recoge ante la muerte".
"...Quien no conlleva amor sincero y genuino o lo condiciona a su calidad o condición hace un altar a las miserias de la vida. Se aleja de su propio arquetipo establecido en el modelo del libro de la vida. Se pierde de los preceptos que han dado lugar a que todo lo que nos rodea, exista por siempre y para siempre".
"...Amar no es un momento, es simplemente la eternidad de los afectos".
Al concluir la homilía los asistentes permanecen flotando sobre las aguas frescas.
El ángel toma entonces agua del manantial a través de una caracola y con su aliento la sopla hacia todos nosotros provocando una especie de arco de bendición, al tiempo que indica que dicho acto ha sido parte de aquello que se convertirá en la base de la alianza destinada a este tiempo. Que aún no ha comenzado. Que debe ser gestado.
El ángel indica que es tiempo de retomar el camino, sin mirar hacia atrás.
Por la voluntad de todos, todos estamos fuera de la esfera.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723 - R.N.P.I.
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Formulario Nº 72.880
Expediente Nº 290.662 / 17-11-2003
Formulario Nº 91.154
Expediente Nº 368.306 / 30-11-2004
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fotografías gentileza NASA.

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